16 diciembre 2006

El País Invisible

Desconozco su autor, pero lo recibí hoy por correo. Estoy de acuerdo con el planteamiento.


El catálogo de preguntas ya está cerrado. Muchos cronistas las han inventariado: que dónde están los chavistas si no hay nadie que yo conozca que haya manifestado su intención de votar para la reelección, que si las concentraciones oficialistas se lograron mediante el arreo de simpatizantes en autobuses que puestos en fila llegarían desde la Libertador hasta el Guárico, que si los taxistas de Caracas juraban que el hombre estaba caído, que la señora que limpia en mi oficina dice que en su barrio medio mundo se volteó...

Los yacimientos de votos chavistas están en los municipios más pobres del país. Allí se acumularon durante las eras tectónicas en que los partidos políticos se replegaron hacia los estudios de radio y televisión abandonando el activismo en los bordes más depauperados del país, donde resulta que están los electores.

Para ilustrar esta certeza, el economista Ricardo Villasmil, profesor de la UCAB y secretario ejecutivo del programa de gobierno de Manuel Rosales, cotejó los resultados electorales –cuya validez no pone en duda– con la distribución geográfica del voto y la condición socioeconómica de la población. Al hacer el cruce de los datos, surge una visible asociación entre el nivel de ingreso y la opción política de los venezolanos.

DONDE HAY EMPLEO, SERVICIOS Y UNA POBLACIÓN EDUCADA, GANÓ ROSALES. Pero allá donde la vida cotidiana pasa por lidiar con montañas de basura, carencia de agua, escuelas destartaladas, dispensarios médicos desabastecidos y el inevitable matón plantado en la esquina, el porcentaje de votos a favor de Chávez fue bárbaro. Y no es una paradoja. Es la consecuencia del desmesurado ventajismo de un candidato que contó con todos los recursos del Estado para hacer una campaña eterna, pero también de la presencia innegable de un aparato político que está solo en la inmensa mayoría del territorio nacional. Esta ocupación en exclusiva del chavismo en los municipios que hicieron ganadora su opción podría explicar también el aparente desinterés de las mayorías en los valores democráticos, claramente amenazados por gobernante continuado en el poder, y esto se debe a que la democracia es una aspiración que se desdibuja ante las necesidades más urgentes. Es una cuestión de prioridades y de percepción del mundo.

La pesquisa preliminar de Ricardo Villasmil evidenció que "en comunidades urbanas, con ingresos elevados y altos niveles educativos, el voto se inclina hacia la oposición. En efecto, la oposición triunfa en los cinco municipios del país con mayores ingresos (todos en Caracas) con más del 75% de los votos. Pero la población con estas características representa una minoría (2,5%) del universo electoral. La oposición triunfa en 11 municipios más, la mayoría de ellos ubicados en el Zulia, pero en el resto del país el voto se inclina hacia el chavismo, que obtuvo más de 70% de los votos en 139 municipios y más de 80% en 36 de ellos".

EN LA PERCEPCIÓN DE VILLASMIL, LAS BRUTALES DIFERENCIAS EN TÉRMINOS DE CONDICIONES DE VIDA de los ciudadanos de mayores ingresos y los del resto del país explican asimismo la incredulidad de los primeros ante el resultado electoral.

"De acuerdo con el Censo Oficial del año 2001, el 10% más rico de la población concentra ingresos superiores a los del 60% más pobre (31,4% versus 1,6% del ingreso total). Presentan 5 años más de escolaridad en promedio (11 versus 6 años) y una tasa de desempleo 5 veces menor (4 versus 21%). El 60% más pobre de la población ha dependido históricamente de las redes de servicios públicos. No así los estratos altos que han ido progresivamente privatizando su educación (17% de la matrícula de educación básica es privada), su salud (a través de seguros privados, inaccesibles para más de 60% de la población, y sistemas más eficientes de disposición de desechos) y, al menos parcialmente, su seguridad personal, a través de la vigilancia privada".

Estas cifras dibujan dos países con vivencias muy distintas de su propia realidad nacional que, además, habitan espacios geográficos también disímiles. Son pedazos disociados, tradicionalmente con poca interacción entre sí y, encima, hondamente polarizados en los últimos tiempos. Sus posibilidades de mirarse mutuamente, de comprenderse y allegarse a un modelo compartido del que se beneficien ambos son escasas por el momento y provendrán únicamente de un trabajo muy bien pensado, diseñado para contrarrestar lo que se ha abonado para la división, de la que sólo reditúa quien planifica perpetuarse en el poder montado en esa fractura.

EL ESFUERZO QUE NOS CONVOCA ES MONUMENTAL. Los políticos tendrán que hacer lo suyo, y es un alivio que haya fraguado un grupo de dirigentes dispuestos a asumir el retardado compromiso. Pero la nación en su conjunto tendrá que apechar con su parte, que no es poca, en la labor de hacer visible el país que desconocemos.

Villasmil ofrece atisbos de las brechas donde nos desencontramos.

"Para las élites resulta inconcebible la vida sin calentador de agua, sin lavadora o sin regadera. Seguramente, se sorprenderían al saber que de cada 100 hogares en Venezuela, 90 no tienen calentador de agua, 32 no tienen lavadora y 22 no tienen regadera. Sus demandas políticas son distintas: mientras el grueso de la población presenta reclamos concretos, vinculados a necesidades fundamentales como la alimentación y la inclusión a servicios públicos, los reclamos de la élite socioeconómica son de naturaleza abstracta: derechos políticos y civiles, división de poderes, etcétera.

Hasta finales de los años 70, las desigualdades fueron compatibles con el progreso económico en una democracia `evolucionaria', gracias a la existencia de oportunidades para el ascenso social. Y los venezolanos progresamos como ningún otro país en América Latina, pero al deteriorarse la economía las vías para el ascenso social comenzaron a truncarse. Y en 1998, los excluidos optaron por la vía revolucionaria".

¿SIGNIFICA QUE ESTAREMOS EN ESTO IN SÉCULA SECULÓRUM o que habrá un gobierno autoritario y retrógrado en Venezuela mientras haya pobres que lo reelijan?

La respuesta está en manos de la oposición, de su capacidad y arrojo para salir a ganarle espacios al chavismo. Por lo pronto, podemos encontrarla en los municipios donde ganó Manuel Rosales (El Hatillo, Chacao, Diego Bautista Urbaneja, Baruta, Los Salias, San Cristóbal, Maneiro, Libertador, Lagunillas, La Cañada de Urdaneta, Simón Rodríguez, Valmore Rodríguez, Maracaibo, Catatumbo, Simón Bolívar, Uribante) muchos de ellos del Zulia, donde el candidato opositor es gobernante y, naturalmente, tiene una labor de activismo político; y otros son municipios gobernados por funcionarios opositores que han hecho buenas gestiones y, sobre todo, no han abandonado el patio. Piénsese que, en Maracaibo, Rosales ganó por seis puntos porcentuales (52,9 a 46,9).

Está claro que tenemos un pésimo gobierno que, sin embargo, ha elevado los ingresos de una gran parte de la población mediante el reparto directo de una cuota de la renta petrolera. Como está nítido que esas capas mayoritarias podrían incrementar su nivel de vida y depender de sí mismas, por caminos distintos a los de la provisional –y muy necesaria– asignación de ayudas monetarias. Eso sólo se conseguirá con una administración distinta. Habrá, pues, que conquistar el país que se regaló al chavismo con la convicción de que un mejor futuro es posible.

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