16 junio 2007

Ceguera, indiferencia o cobardía

El tema está en la calle. ¿Socialismo o democracia? ¿Autocracia militarista o libertad? ¿Anarquía o justicia? ¿Sectarismo o equidad? Ese es el verdadero dilema de la sociedad venezolana. El conflicto lo plantea el régimen al pretender implantar una hegemonía neocomunista. Replicar aquí el castrocomunismo. ¿Podrá? ¿Lo permitirán las fuerzas sociales?

Aunque se veía venir, fue la irrupción de los estudiantes lo que aceleró el desasosiego colectivo y le imprimió la fuerza y preeminencia que hasta ahora le había faltado a la controversia. A la lucha que habrá que librar contra el intento de ruptura institucional. La amenaza hegemónica está latente. Y afectará a todos. A opositores duros, moderados y light. Incluso a los afectos al proyecto totalitario. La vorágine en proceso habrá de fagocitar a tirios y troyanos. Todos, en algún momento, serán pasto de la gula autoritaria.

Aquellos que cerraron los ojos. Los que voltearon la cara. Los que taparon sus oídos. Los que dejaron de leer periódicos. Los que no ven televisión. Los que desconectaron internet. Los que sellaron sus narices. También los oportunistas. Los que engavetaron los escrúpulos. Los que cesantearon la honestidad. Y los que canjearon la ética por la ambición. Todos están expuestos a la devastación. La avalancha revolucionaria no hará excepciones. ¡Hay de aquellos que creyeron que jamás serán triturados porque nunca se "metieron" en nada! ¡Misericordia para los que juran que no viene el comunismo!

¿El país entiende esto? ¿Hay conciencia del impacto que tendría una dictadura? ¿Triunfará la resignación? ¿Cuánta determinación tiene la sociedad democrática para rechazar el comunismo? Combatir a la tiranía tiene sus consecuencias. Aceptar el pisotón de la bota opresora también.

La protesta nacional de los estudiantes ha dictado cátedra. Mostró caminos. Despertó entusiasmo. Hasta ahora ha sido brillante su desempeño. Audaz. Pero la lucha no es sólo de ellos. El compromiso es de todos. La amenaza es general, no particular. El régimen arremete contra todo sector y actividad independiente. La autonomía universitaria. La descentralización. Afectó la libertad de expresión, prensa e información. Los derechos ciudadanos. La propiedad privada. La libertad de empresa y sindical. Pulveriza gremios. Oprime a las ONG. Quiere una educación ideologizada. Anular a la iglesia católica. El autócrata aspira una sociedad postrada a sus designios.

El momento es histórico. Apremiante. En virtud de que el régimen rechaza toda forma de diálogo constructivo, desestima la negociación real, rehusa acuerdos objetivos y desecha la conciliación efectiva. Por cuanto sólo cree en la imposición, la lealtad y la no beligerancia. Debido a que desestima el debate de ideas y prohibe la disidencia, la confrontación (cívica, pacífica, democrática) es inevitable.


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