24 junio 2007

Siempre, mientras tanto

Treinta y cinco % de la población se marcharía del país si le apareciera una oportunidad, pero sólo 14% de ellos ha realizado un trámite para lograrlo. La disposición a salir no significa que la gente se vaya, por lo que el número real de emigrantes venezolanos sigue siendo un misterio, sobre el cual sabemos dos cosas: 1) parece que son muchos más que en décadas anteriores, a juzgar por la cantidad de paisanos que te consigues fuera de Venezuela y 2) no son tantos como dicen las leyendas urbanas, pues según la aritmética de los exagerado, al sumar el gentío que "vive" en Miami, Toronto, New York y Madrid, hay más venezolanos afuera que quienes seguimos aquí, clavados en el terruño.

La diferencia entre disposición y ejecución estriba en que no es lo mismo responder, desde la poltrona de tu casa, que te irías del país, que ejecutar un plan concreto para sortear los bloqueadores típicos: ¿pa´ donde?, ¿a qué?, ¿y la visa?, ¿cómo hacen los ilegales?, ¿me podré llevar a mi mamita?

Emigrar significa abandonar lo tuyo: tus querencias, tu familia y tu estilo de vida en búsqueda de un horizonte distinto, la mayoría de las veces desconocido y hostil para foráneos.

Aun cuando la emigración no se materialice masivamente, está claro que sólo pensarlo o tener un plan B, significa desarraigo y frustración. Las motivaciones esgrimidas en la Venezuela de hoy son políticas y sociales, dejando de lado el clásico motivador económico, tan típico en las emigraciones latinas. La mayoría de ellos siente que el país va por mal camino y que el final de esta historia compromete su futuro. Igual si están sobredimensionando el problema o si son unos visionarios, el caso es que el entorno actual los espanta y los lleva a pensar en una vía de escape, que no estuvo planteada en sus generaciones precedentes.

El hecho de que el motivador de la emigración no sea una crisis económica sino una incertidumbre política, explica por qué el nivel de disposición de salida es más elevado entre la clase media que en los estratos bajos, quienes teóricamente deberían tener mucho más que ganar con una emigración ilegal, tomando en cuenta que un parquero en Caracas tiene una vida económica precaria, mientras que un valet parking en Miami puede subsistir con un margen de maniobra mayor, en contraste con los profesionales quienes deben empezar informalmente en el mercado laboral extranjero, usualmente tratados como inferiores en comparación a sus pares locales.

El hecho de que el deseo de emigración se concentre, por ahora, en los estratos medios es a su vez un bloqueador de salida. Si bien la clase media ve con horror cómo se desdibuja su concepto de país, con inseguridad, divisiones, sectarismo y abuso de poder, también es cierto que este grupo tiene clarito que todavía vive en una "Mina", que sólo ellos saben explotar y, aunque este lugar ya no sea decente para vivir, una vez superada la euforia del diseño del plan B, terminan por preguntarse si tiene sentido dejar de hacer lo que hay que hacer para defender lo propio.

Muchos venezolanos, en efecto, han salido del país huyendo de la inseguridad, y probablemente lo han logrado a cambio de otras dificultades que aquí no tenían, pero porcentualmente todavía es un proceso minoritario. El problema es que si la situación política se radicaliza aún más y la economía se deteriora, por crisis petrolera y/o por mal manejo gubernamental, las presiones de salida pueden agudizarse y entonces sí se pueden juntar el mocho con las ganas de rascarse.

Nuestra tarea, no delegable a nadie, es evitarlo y reconstruir las bases económicas, políticas y sociales para garantizar a nuestros hijos un país en el que valga la pena vivir y no sólo quedarse como mineros¿ siempre, mientras tanto.



Luis Vicente León
lvleon@cantv.net
El Universal

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