09 julio 2007

Sagrado y obsceno

En estos ocho años hemos visto muchas cosas, mucha agua ha pasado debajo del puente. La verdad es que no dejamos de sorprendernos, pero para todo hay un límite. Hay cosas que son literalmente "sagradas", mucho más allá de la religión que se profese.

Algo que distingue al ser humano como trascendente es el discernimiento espiritual. Ese creer en algo más allá de lo tangible. Esa saber que somos parte de un todo que nos trasciende y que nos proyecta más allá de lo que somos, de nuestro "ahora" y de nuestra materia.

Los regímenes totalitarios no pueden con eso. Tratan de acabar con esa visión espiritual. La "fe" siempre les es incómoda porque mantiene al hombre en relación con sus hermanos y reconoce en un "Ser Supremo" el orden perfecto de la vida.

El Nacional Socialismo intentó acabar con los hebreos, los marcó, los persiguió y diseñó una política de exterminio que culminó en el Holocausto, vergüenza para la humanidad, que por cierto niega el socio entrañable de nuestro Presidente, el señor Admadineyad de Irán.

A la vera izquierda del camino, en el siglo XIX Carlos Marx proclamaba que la religión era el opio de los pueblos.

Aun así, ya implantado el régimen socialista en la Europa Oriental, no pudo arrasar con las creencias. De hecho, uno de los papas más carismáticos de los últimos tiempos como fue Juan Pablo II vino de una Polonia fervorosa a pesar de los intentos de implantar una visión atea del mundo.

En Afganistán los talibanes arrasaron con unas imágenes milenarias de Buda, consideradas Patrimonio Universal. Una aberración contra la civilización y, básicamente, una muestra de cómo la intolerancia lleva al ser humano a comportarse con toda la irracionalidad que puede tener un pensamiento único, una visión estrechita de la realidad, sin cabida a otros que no comulguen con la misma forma de acercarse a la Verdad.

Así las cosas, esta revolución que se proclama humanista y cristiana, la semana pasada dio muestras muy distantes de lo uno y de lo otro. Si fuera humanista, entendería que la mayoría de los venezolanos católicos (o sea el grueso de la población) guarda por la Madre Universal una profunda devoción. Más aún para la Advocación de la Virgen de Coromoto, nuestra Patrona. Si el régimen conociera realmente el espíritu del colectivo nacional no se hubiera atrevido a derrumbar su imagen y a cambiar su nombre para colocar al Che Guevara en el conocido hospital de Maracaibo, ahora bajo el control de una Pdvsa roja rojita y por lo visto intolerantemente atea. Y el tema no es que sean agnósticos, cosa muy respetable, sino que el rasgo autoritario se revela al querer imponer un "nuevo altar" a punta de "mandarriazos". Mal camino llevan los regímenes que pretenden acabar con la fe de un pueblo.

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