23 julio 2007

¿Sin conflictos?

El discurso presidencial está orientado en todas sus fases a presentar un país sin conflictos. No reconoce que se han incrementado los niños de la calle ni delincuencia juvenil e incluso infantil. Tampoco hay problemas de vivienda ni de salud en los hospitales desmantelados. "PDVSA está como nunca porque ahora es del pueblo". Las declaraciones de Luis Vierma, alto ejecutivo de la empresa petrolera, sobre la debacle y la corrupción de nuestra principal industria poco importan siempre y cuando no se perturbe la revolución. ¿Qué significa todo ello?

Los encargados de mostrar el panorama interno, como el inefable Willian Lara, además de negar dogmáticamente la existencia de una multiplicidad de serios conflictos sociales, están ganados para perpetuar procesos de manipulación orientados a perpetuar promesas que, por esta vía, jamás podrán cumplirse por la inviabilidad de su cometido. La soberbia ha nublado la sensatez de todos los entes gubernamentales. Los funcionarios persisten en negar cualquier hecho, por circunstancial que sea, que no sea del agrado "del jefe"; como si de esa manera pudiese ocultarse la realidad subyacente.

Cuando se sienten presionados por la realidad el discurso es el mismo: "es un problema individual tanto en su manifestación como en su origen, no es asunto ni responsabilidad del Estado". Esa ha sido la política estatal desde el principio. Del volumen de alegatos que fluye del circuito gubernamental es extraño encontrar algún signo que registre la parte fea de nuestra realidad social. Se reseñan algunos hechos circunstanciales de poca intensidad. Es el resultado de una política premeditada que la mayoría de los guardianes de la tranquilidad transmite sin vacilar. Entretanto los más desfavorecidos postergan su esperanzas alegando tiempos mejores que no llegan porque siguen creyendo que los conflictos de hoy, en el fondo, no son tan graves. Basta visitar las zonas marginales para corroborarlo.

Lo mismo está ocurriendo con los medios. El cierre de RCTV y con la proliferación de una gran cantidad de medios oficialistas se nos pretende convencer que al ciudadano se le respeta su opción personal para elegir dentro de una amplia diversidad informativa, siendo la realidad que en esos medios sólo se promueve la figura de Chávez como símbolo de seguridad y de progreso. Todo lo demás no existe. Esa idea ya internalizada en el aliento oficialista, como en el del ministro Ramírez, se torna particularmente sensible a la presión y a la manipulación. Será muy difícil confundir al pueblo sobre la predisposición oficialista de hacer pasar por cierta la tesis sigilosamente custodiada que la abundancia de medios significa diversidad de contenidos. No podemos caer en la trampa oficialista. Ese no es el esquema de información adecuado a la democracia sino el símbolo de una autocracia que se mueve valiéndose de la represión.



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