06 agosto 2007

Valores socialistas y destrucción

En la Ética protestante y el espíritu del capitalismo Max Weber señala que el capitalismo surge, en buena medida, a partir de los valores promovidos por la Reforma Protestante que inicia Martín Lutero y continúa Juan Calvino dentro de un esquema aún más piadoso. De ese cuerpo de valores el sociólogo alemán destaca el ascetismo, es decir, la austeridad y moderación que caracterizan la vida de esos grupos cristianos que se separan del catolicismo y de todo el dispendio y boato que rodea a la alta jerarquía eclesiástica liderada por el Vaticano. El ascetismo protestante cuenta entre sus soportes clave con un arraigado principio del trabajo y el ahorro, al igual que la inversión y creación abundante de bienes materiales. El éxito del esfuerzo humano en la producción de riqueza denota un vínculo cercano con Dios, y constituye una señal anticipada e inequívoca de la garantía del Paraíso, una vez el Señor decidiese llamar a su lado a sus fieles seguidores.

Prosperidad europea

Sobriedad, amor por el trabajo y esfuerzo permanente constituyen los pilares sobre los que se asienta la prosperidad de las sociedades de Europa que acogen el credo protestante. Esos principios también sirven de plataforma para que luego surja y se expanda la economía de mercado, la Revolución Industrial y la radical transformación que permite el tránsito del feudalismo al capitalismo. Los primeros capitalistas, por lo tanto, son hombres disciplinados, laboriosos y frugales, con una profunda mística religiosa, que buscan de forma consciente el éxito económico para asegurar un nexo cercano con el Creador. La ética protestante sienta las bases de instituciones firmes en las que predominan la confianza, la estabilidad y la certidumbre. Con ellas surgen sociedades donde se respetan la propiedad privada y los contratos, se instaura el imperio de la norma, se reduce al mínimo la discrecionalidad de los funcionarios y se consagra la igualdad de los ciudadanos ante la Ley.

Si comparamos el puritanismo protestante del cual habla Weber con la moral del socialismo del siglo XXI, habría que concluir que los principios de los revolucionarios tropicales son el reverso de los valores que mueven a los pioneros del capitalismo. El signo de la revolución bolivariana, especialmente durante el período que arranca con el aumento de los precios del crudo en 2003, se sintetiza en el derroche obsceno de los recursos petroleros. La ética socialista, al contrario de la practicada por los fundadores del capitalismo, se basa en el dispendio.

Sin control

En Venezuela existen varios presupuestos que se ejecutan simultáneamente sin que ninguna institución del Estado ejerza control sobre ellos. La Asamblea Nacional cumple con la formalidad de aprobar un presupuesto bienal. Aparte de éste existen los que ejecutan Pdvsa y el Fonden. Más allá el que caprichosamente decide el Presidente de la República. El desorden de las finanzas públicas y el gasto indiscriminado en rubros sobre los que no existen los mínimos controles, han determinado que las reservas internacionales se hayan desplomado 33% desde finales del año pasado hasta el presente. Este dato hay que combinarlo con el hecho de que la deuda interna crece como una metástasis, al punto que es casi de la misma magnitud que el pasivo externo. La idea de la austeridad y el ahorro, tan apreciada por los antiguos protestantes, no aparece en los registros de los bolivarianos. Los recursos de los venezolanos van a aparar en manos de Fidel Castro, Evo Morales, Daniel Ortega y compañía.

Todo lo contrario

En la esfera del trabajo, el esfuerzo sostenido, la inversión y la creación de riqueza, el socialismo del siglo XXI practica todo lo contrario de lo que hacían los viejos protestantes. Chávez lleva el reparto populista hasta el paroxismo. El régimen fomenta la consolidación de la mentalidad antiempresarial y antilaboral. El Gobierno diseña y aplica controles cada vez más asfixiantes sobre la empresa privada. El trabajo aparece como una condena bíblica peor que la registrada en las Sagradas Escrituras. Todo lo que parezca éxito basado en la disciplina, los méritos y el esfuerzo sostenido, es satanizado. Esta visión tan perniciosa conduce al fracaso de las cooperativas, las empresas de autogestión y cogestión, y a que el nivel de productividad de la economía sea cada vez más precario.

El socialismo del siglo XXI es la encarnación de la ética de la destrucción institucional, la inestabilidad económica y la incertidumbre política. Vamos retorno a la barbarie.

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