20 noviembre 2007

Los comicios de diciembre

En los comicios de diciembre, votando entre azul y rojo, se decidirá el futuro de Venezuela. Es importante remontarse algunos años atrás para entenderlo.

En el país impera una dictadura autoritaria y personalista en manos de un militar que hasta hace poco ostentaba el grado de teniente coronel, con tradición golpista y que se mantuvo en el poder mediante un fraude electoral. Incluso, le cambió el nombre al país.

Los poderes públicos están férreamente controlados y se arrodillan, indignos, ante el autócrata. Las Fuerzas Armadas son quizás el sector que luce más servil. Muchos opinan que todos los militares están comprados.

El presidente tiene suerte. Ha contado con ingresos nunca antes imaginados provenientes del petróleo.

Con tantos recursos, el gasto público se expande y en el país existe una impresión de prosperidad. El Gobierno compra voluntades y reprime a los opositores. El miedo campea por sus fueros y la corrupción hace las suyas.

Algunos empresarios están ganando más que nunca y no resulta fácil imaginar que la dictadura pueda verse amenazada. Para perpetuarse en el poder, el presidente prepara un evento electoral, que viola la Constitución y que constituye un evidente golpe de Estado.

Aunque la mayoría no desea los cambios propuestos, el organismo electoral está controlado por el oficialismo. Muchos venezolanos consideran que no tiene sentido concurrir a las urnas para convalidar con su presencia el fraude que se avecina.

Pero varios eventos tienen lugar. La Iglesia católica difundió un documento desenmascarando las intenciones del Gobierno, que fue leído y aplaudido en las iglesias.

Los académicos, intelectuales, colegios profesionales, periodistas, autoridades y profesores universitarios se suman al descontento, al igual que los empresarios. Los estudiantes están saliendo a las calles y por todo el país surgen protestas. Las fuerzas vivas se sublevan y soplan vientos de cambio.

Recapitulemos. En las líneas anteriores se describe la situación que prevalecía en Venezuela durante el mes de noviembre de 1957. En el país gobernaba Marcos Pérez Jiménez, quien el 24 de noviembre de 1948 había participado en un el golpe de Estado que derrocó a Rómulo Gallegos, pasando a integrar -con el grado de teniente coronel- la Junta Militar que asumió el mando.

El 2 de diciembre de 1952 se consuma un fraude electoral. El Gobierno desconoce el triunfo de URD en las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente y Pérez Jiménez asume la Presidencia de la República. El nombre del país se cambia de Estados Unidos de Venezuela a República de Venezuela.

En los años siguientes la dictadura se consolida. El Gobierno cuenta con ingentes ingresos petroleros gracias a que Nasser, en Egipto, había nacionalizado el Canal de Suez, con lo cual el petróleo venezolano adquiría una inmensa importancia estratégica. Se otorgan grandes extensiones en concesiones petroleras, dotando a Pérez Jiménez de recursos nunca antes imaginados en nuestra historia. La prosperidad era evidente.

Pero el país no aceptaba la pérdida de la libertad. El 1 de mayo de 1957 monseñor Arias Blanco, arzobispo de Caracas, difunde una Carta Pastoral que fue leída en todas las iglesias, denunciando las injusticias. Aquello fue un campanazo que despertó la conciencia de los venezolanos.

Intelectuales, académicos, profesores universitarios, empresarios y estudiantes se suman al descontento. Focos de protesta estallan en todo el país. Los estudiantes salen a la calle. La UCV y la UCAB van a la huelga. La represión de la Seguridad Nacional fue brutal.

Pérez Jiménez, que deseaba a toda costa perpetuarse en el poder, convoca un plebiscito inconstitucional que habría de celebrarse en diciembre de 1957, votando por el sí o por el no con tarjetas azules o rojas.

A pesar de las dudas, imperó la unidad y la oposición concurrió a las elecciones. Sin embargo, el Consejo Supremo Electoral, tal como se esperaba, impuso el fraude y proclamó vencedor a Pérez Jiménez.

Pero aun ganando (con trampa) el dictador perdió. El 1 de enero de 1958, se subleva la Aviación. Aunque la asonada fue controlada, se puso en evidencia que las Fuerzas Armadas no respaldaban aquel fraude. Lo consideraban un golpe de Estado.

El 23 de enero de 1958, menos de 40 días después de aquellas votaciones espurias, el dictador tuvo que huir. Había estado en el poder -ya fuese como miembro de la Junta Militar o como presidente- desde 1948 hasta 1958.

Aunque hay diferencias evidentes, la historia tiene una terca tendencia a repetirse... 1998-2008


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