08 diciembre 2007

Los invencibles



Es la única constante de la historia: todos los caudillos que se creyeron el cuento de su invencibilidad y pensaron que gobernarían por los siglos de los siglos, vivos o muertos, terminaron en el estercolero. Pedro Lastra escribe hoy sobre los “Caudillos”.

El basurero de la historia está repleto de caudillos “invencibles”. Muertos a temprana edad, como Alejandro Magno, asesinados en la plenitud de su vida, como Julio César, arrastrados de su caballo como Ricardo III, encerrados en un hospicio de orates, como Jean Paul Marat, desterrados como Napoleón, muertos a temprana edad, tuberculosos, odiados y solitarios como Simón Bolívar, expulsados a tierras lejanas como José de San Martín, extrañados a países inhóspitos, como Bernardo O,Higgins. La lista es interminable. Desde Atila hasta Fulgencio Batista, desde Páez hasta Nerón. En la cúspide de sus vidas creyeron dominar el mundo: terminaron arrastrados por el fango, hecho guiñapos. En el momento más inesperado de sus vidas, cuando creían estar a punto de beber el elixir de la eterna dictadura. Un sueño no por imposible menos anhelado por todo autócrata.

Es la única constante de la historia: todos los caudillos que se creyeron el cuento de su invencibilidad y pensaron que gobernarían por los siglos de los siglos, vivos o muertos, terminaron en el estercolero. Hitler, a 12 años de fundar el reino de los mil años, no tuvo otra salida que suicidarse y entregarse a las llamas. Pretendiendo arrastrar consigo a todo un pueblo. Por el que no sentía la más mínima consideración y al que creía obligado a obedecerle y satisfacerle todos sus caprichos como si él, reconocidamente impotente, hubiera sido el padrote espiritual del pueblo más culto de Europa. Lo mismo le sucedió a Mussolini: ante su paso, las histéricas matronas romanas sufrían verdaderos orgasmos. Terminaron despellejándolo y convirtiéndolo en otro guiñapo.

Todos ellos muestran una cierta constante psiquiátrica: nacidos y criados en condiciones de minusvalía, bastardos muchos de ellos – Castro y Hitler, hijos de criadas; Napoleón, bastardo – odiados por alguno de sus progenitores, lograron vencer sus complejos de inferioridad brincando al extremo contrario. Construyéndose un monstruoso super yo, blindado ante cualquier afecto y cualquier ternura, incapaces de sentir la menor simpatía y el más mínimo amor por sus semejantes. Violados en su infancia, real o metafóricamente, terminaron violando a sus pueblos. Tratándolos como un chulo trata a sus explotadas: con premios y castigos. Intentando el absurdo de animalizar a sus ciudadanos o rebajarlos a un estado de desarrollo intelectual infantiloide y menesteroso.

Todos comparten esos rasgos. Afeminados o impotentes, perversos y megalómanos, incapaces de amar a una mujer y por lo mismo compelidos a dominar a los hombres. Machismo puro, vengativo y caprichoso, inhumano y cruel.

Es su caracterología. Una constante histórica a través de siglos y milenios. Dios ha querido que vayan desapareciendo de la faz del planeta y que sean una especie en extinción. Pronto serán objetos arqueológicos. Vivimos sus últimos estertores.

Pedro Lastra
Noticias 24

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