Según la copiosa y prolija descripción hecha aquella noche por el tenaz fantaseador, esta Venezuela dejó muy atrás a la Venezuela saudita del pasado innombrable. Aquí si es verdad que se acabó el pan de piquito. Aunque por estos días rojo-rojitos (¿o negro-negritos?) no sea adecuado hacer comparaciones con ese producto, víctima, como otros, de la galopante inflación.
En fin, según el locuaz Yo-yo nada se le compara a este momento luminoso, opulento y venturoso que disfrutan las mayorías, como tampoco nada es semejante a esta gesta memorable ni a este cúmulo inigualable de logros revolucionarios. Ni el mismito Fidel, el inspirador, registró tanto éxito y bienestar para los suyos en sus lejanos años de lúcida productividad.
Satisfechas todas las necesidades y demandas internas y resueltas las nimiedades que antaño aquejaron al hoy dignificado soberano, El Cid Sabaneador se lanza raudo a resolver las miserias que aquejan al resto del orbe. Por eso, lanza en ristre y a lomos de su corcel albo cabeza echada p'alante, cabalga presto a socorrer, pacificar o redimir cuanto paraje, villorrio o comarca acoja su injerencia. Sobre todo, galopa para doblegar al Imperio metiche y decadente y borrar de la retina e ilusiones de la chiquillada del mundo la imagen pasada de moda de Mickey Mouse y ofrecerles para vacacionar o residenciarse el reino social de Disney "Venezuela" World, donde ya no existe pobreza, basura ni delincuencia. Donde no hay analfabetas, niños fuera del sistema escolar, ancianos necesitados ni enfermos sin atención médica gratuita. Donde todos son propietarios de su vivienda y todos reciben agua potable en sus casas dignas construidas y otorgadas generosamente por el líder de la revolución bonita.
¿Y este paraje de ensueño existe?
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