02 febrero 2008

Yo-yo, el único

En lo sucesivo nadie, absolutamente nadie en el reino alucinógeno, podrá y hará lo que sólo le está reservado a Yo-yo. Él, como ser supremo que es, emperador, visionario, redentor, magnánimo, omnipotente y dotado de todos los poderes y atribuciones celestiales, no sólo podrá decir, disponer y ejecutar, sino también ejercerá la solemne responsabilidad que le deparó la historia. Se trata de la obligación indeclinable e intransferible de pregonar y emprender lo que ningún mortal, sin su talla ni dones, estará facultado o autorizado a efectuar jamás.

Así, Yo-yo gozará del privilegio de señalar con el dedo. Los demás no. Tendrá el derecho de tachar y execrar. Los demás no. Le cabrá la prerrogativa de detractar. Los demás no. Poseerá fuero para manipular y tergiversar. Los demás no. Le estará reservado el honor de injerir, dictaminar, facultar o vedar sin más fundamento que su libre albedrío o inspiración circunstancial. Los demás no. Ese es Yo-yo.

Su jurisdicción y atribuciones lo habilitarán para ser candidato imperial hasta 2030. O hasta dos mil por siempre, según se le pegue la real gana. Los demás, ni siquiera los más panas o cercanos parientes, gozarán de licencia semejante para aspirar, siquiera, a unas piches elecciones regionales. Quienes osen transgredir esa norma democrático-participativa estarán en riesgo de ser desheredados, echados inmisericordemente de la carpa patriarcal. Es más, enfrentarán el tremendo y pavoso escarnio público de perder la aquiescencia de Yo-yo. Dicho está.

Mientras Yo-yo puso en su santo lugar los devaneos y arranques de los atorados, con lo que mantiene lo político absolutamente bajo control, y tiene mosqueado y a tirito el invasor Plan Balboa tramado por los malvados servicios de inteligencia del Imperio, el país nacional marcha sobre ruedas de tractor iraní. Está bien abastecido de alimentos y medicinas, pulverizada la inflación, las cooperativas y empresas de producción social traqueteando a toda madre, el desempleo en mínimos históricos, la corrupción erradicada de raíz, los malandrines en cintura, los hospitales gozando de extraordinaria salud y las ciudades sin basura ni buhoneros. Si el otro es el mar de la felicidad, este es el firmamento de la dicha.

Tan buena está la cosa en el reino de Yo-yo que el soberano dejó de cocinar -cuando consigue la papa- con gas butano para hacerlo con leña. Los enfermos en los hospitales son alimentados con bollos duros rellenos con mortadela guisada. Las parturientas comparten cama y los recién nacidos incubadora. Las familias se mudan a terrenos valdíos y residen en carpas. Y los prestos levantamanos rojo rojitos en la Asamblea Nacional, ante tanto portento, gozo y confort, el cual sin embargo pretenden desvirtuar los medios de comunicación televisivos golpistas-terroristas, demandan a grito pelado un aumento urgente de sueldos y viáticos.


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