30 septiembre 2008

El gran pegamento

Con la candidatura de César Pérez Vivas a la gobernación del Táchira la oposición ha logrado cristalizar una contundente opción de triunfo en lo regional, mientras que en lo nacional termina estructurando un arduo proceso de unificación cuyo efecto multiplicador está por verse.

El Táchira, por el castigo inclemente que le ha infligido este Gobierno a lo largo de la última década (sicarariato, secuestro y extorsión derivados de la complicidad con la guerrilla colombiana), es el estado más combativamente antichavista del país y si la opción del movimiento opositor estaba en dudas por las diferencias entre los precandidatos, los resultados de la primaria las despejan casi por completo.

Pero la gran interrogante que arroja la enseñanza del domingo pasado es cómo y por qué, aún en las circunstancias más difíciles y deponiendo intereses particulares, partidos y dirigencia se pusieron de acuerdo en la casi totalidad de los estados (faltaría sólo Bolívar), y municipios del país. Una respuesta estaría en el gran lugar común, en el "coco" chavista que ha venido animando la lucha política de todos estos años: la cancelación de la democracia.

Siempre in extremis y casi siempre a la cola del colectivo, los partidos y demás factores democráticos han logrado frenar parcialmente el impulso totalitario. La concreción del acuerdo unitario del 23 de enero constituye la prueba de que hace tiempo el país dejó atrás el masoquismo político y el sólo temor de que Chávez logre un número de votos suficiente como para reeditar su obsesión de poder ilimitado, obra como el gran pegamento de sectores que serían irreconciliables en condiciones de normalidad política.

¿Quiere decir eso que las mayorías se pronuncian por los beneficios de un proyecto de oposición nebuloso aún y quizás tan ineficaz como el de este Gobierno por el sólo anhelo de vivir (lo intangible, lo inaprensible, lo etéreo) en libertad? Pues bien, la experiencia nos ha enseñado que con gobiernos antidemocráticos como éste, eliminados los controles institucionales, caemos en la corrupción, el abuso de poder y la impunidad de una dirigencia desentendida de las necesidades sociales y sólo dispuesta a satisfacer los caprichos del mandamás.

Detrás, inevitablemente, vienen, la violencia, la inseguridad, la crisis de la salud, el desempleo, la educación ideologizada el déficit habitacional, la ruina material (la moral va de primera) del país y todos los males que sólo es posible prevenir y combatir en democracia. Ustedes preguntarán, entonces, cómo aplicarle democracia a un dictador que la combate y yo les respondo: las elecciones existen porque él antes las ganaba todas, ahora cayó en su propia trampa, las está perdiendo y no encuentra cómo evitarlas. Lo demás (presuntos magnicidios y demás zarandajas) es pataleo de ahogado.

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