22 septiembre 2008

Estridencia...

Está más que claro que la orden es escandalizar a como dé lugar. El ruido como política de Estado. Los altos decibeles tanto en la forma como en el fondo, como única manera de comunicarse con la sociedad. Así matan varios pájaros de un solo tiro. Por una parte pretenden demostrar que, como reza la consigna repetida hasta el cansancio: ¡así, así, así es que se gobierna!, o lo que es lo mismo, que les sabe a rábano la voluntad popular y que en su mentalidad cuartelera, se ordena y punto. Pura apariencia, porque nunca antes como ahora la sensación de anarquía y desgobierno es tan evidente. Pero también creen ellos que a punta de amenazas y peleas, tanto con paisanos como con extranjeros hasta el nivel de elevar la diatriba una vez más hasta con el propio Vaticano, o ese otro exabrupto de expulsar del país a un representante de una ONG que, por cierto, ha sido profundamente crítica con la administración de Mr. Bush, lograrán amainar todo lo que está siendo cantado desde Miami con el caso del maletín, o los "coros" de los capos narcos o el no menos estruendoso sonido de los documentos encontrados en computadoras de jefes de las FARC...

No es poco lo que a estas alturas se dice sobre el gobierno de Chávez en el mundo y si no se habla más o todavía en algunos países lo comentan sólo en voz baja es porque la chequera loca y bandida compra voluntades, incluso muchas de las que se consideraban "intachables". Pero a estas alturas en el mundo ya casi nadie piensa que esta es una revolución romántica y verdadera, sino una cuerda de pícaros que tienen doble moral, que les encanta el dinero, la buena vida y el poder para el lucro y beneficio propio mientras el pueblo continúa siendo el sempiterno engañado y abusado. Una vez más...

De allí la estridencia& Hay un submundo, unas conexiones extrañas, una corrupción inocultable, un tufo a delito y a mafia que pareciera más que salpicar, empapar a funcionarios del altísimo Gobierno. Pero lo llamativo es que el propio líder de la Revolución en medio del nerviosismo que le genera la delación en masa, condimentada con una baja en los precios del petróleo y con el amargo postre de unas elecciones regionales que le restarán poder, opta por el "auto sin frenos", pero no uno cualquiera, sino "una nave" sin silenciador para que suene y atormente al colectivo. En medio de ese carrusel emocional y tantos flancos abiertos piensa que, a lo interno, el aburridísimo y manido guión del "golpe de Estado-magnicidio" impedirá que se hable de gestiones deficientes y, a lo externo, que su gobierno "antiimperialista" pueda quedar como el último nostálgico de la Guerra Fría y no como un paraíso de negocios muy oscuros y conexiones nauseabundas.

A estas alturas la estrategia del escándalo y la confrontación más que temor lo que genera son mayores sospechas. Así será de grave lo que estamos conociendo tanto propios como ajenos, tanto adentro como afuera.

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