10 diciembre 2008

¿Por siempre jamás?

El Presidente arranca su campaña por la enmienda con un bajo nivel de apoyo a la misma. Mientras su popularidad personal se ubica en 57 por ciento, sólo el 25,5% de los consultados están de acuerdo con la reelección indefinida, mientras que 56% la rechaza abiertamente (el resto se muestra indiferente o no responde). Esto indica que Chávez va a esta "batalla" en negativo, aunque no significa que no tenga los instrumentos para lograr la hazaña.

Está apostando a una elección de alto riesgo en la que parece jugarse todo o nada. Es como un paciente a quien el médico le recomendó una operación muy peligrosa, que de no ejecutarse tendría un desenlace terrible. No parece tener alternativas para mantenerse en el poder... y de eso se trata.

Su mejor escenario habría sido convocar la enmienda el mismo día de las regionales, si hubiera tenido un triunfo contundente en términos numéricos y simbólicos, pero no fue así. A pesar de su evidente control numérico, los adversarios lograron avanzar en espacios clave, que le movieron el piso a chavistas y opositores.

Creo que Chávez no estaba preparado para ese revés y su reacción inmediata fue tímida, como dándose tiempo para diseñar la respuesta adecuada. El problema era que mientras evaluaba y trataba de explicar su triunfo haciendo maromas porcentuales, se materializaba la simbología opositora, esa que había crecido a pesar de las inhabilitaciones y las amenazas presidenciales. Sus adversarios estaban celebrando y los chavistas no entendían bien cómo era eso de que habían ganado si Aristóbulo, Diosdado, Jesse y Mario Silva habían quedado por fuera como la guayabera. Este era un escenario turbio que Chávez debía romper& y vaya que lo hizo.

Es así como decide iniciar la batalla por la enmienda, aun con los peligros que esto supone para él. Necesitaba terminar el debate sobre quién ganó las regionales. Acabar el cotilleo que involucra a la oposición. Radicalizándose y convocando a una enmienda devuelve las cosas a su lugar: en Venezuela sólo se debe hablar de Chávez, mal o bien, pero de él.

La convocatoria le resuelve además varios problemas. Le da un objetivo concreto a su partido, alinea la acción de su gente, lo muestra valiente y fortalecido y apura el paso para evitar que el desarrollo de una potencial crisis económica se lleve por los cachos sus expectativas de gobernar ¿por siempre jamás?

Pero Chávez sabe perfectamente que su propuesta no es atractiva. Está tratando de vender un caramelo sueco: ácido y salado. Por eso debe usar una estrategia de mercadeo político mucho más agresiva que la convencional. El espíritu de su propuesta electoral parece claro: o me dejas gobernar o te vas por el barranco. Si votas en mi contra habrá guerra. Si quieres que se mantenga la estabilidad más te vale que votes por la enmienda, te guste o no.

Este es el chantaje político en el que se sostendrá su estrategia, sólo que esta vez tendrá que ir más lejos que la amenaza. Para crear esta bóveda de miedo presentará un muestrario de la anarquía potencial que significa el país sin él. Los recién elegidos gobernadores y alcaldes opositores le caen de perlas. Vivirán en carne propia el primitivismo de esta oferta electoral. Las denuncias de una diputada chavista contra Capriles Radonski, antes de que éste se hubiera instalado en su oficina, las estrategias para impedir las juramentaciones de Ledezma y Pérez Vivas, el arrebato de atribuciones y recursos de las gobernaciones y alcaldías que no controlan y las amenazas de otra diputada de "hacerle la vida cuadritos" a los recién elegidos, es sólo el principio de lo que veremos en breve. Chávez o la anarquía, ese es el dilema que deberá enfrentar la población. Falta ver si se lo compran por miedo o finalmente lo castigan. Pero eso sólo nos lo dirá el futuro.

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