04 mayo 2009

Rebeldes con causa

Cómo discutes con un tipo que tiene un arma en sus manos y está dispuesto a usar la violencia contra ti? No, en esta oportunidad no estamos hablando de la delincuencia. No por lo menos de esa que te amenaza con quitarte la vida si no le das tu dinero, tu auto o cualquier objeto de tu propiedad.

Estamos planteando lo que sucede con gente uniformada que, con el argumento de que están cumpliendo órdenes, arremeten con todo contra quienes se les ocurra pensar en voz alta algo distinto a lo que dicta la línea oficial.

Eso es otra forma de delincuencia porque actuando así, también se ponen al margen de la ley. Según lo previsto en la cada vez más utópica, irrespetada y olvidada Constitución, todos tenemos derecho a pensar distinto sin que eso sea motivo de persecución política o judicial.

Nada más distante de la realidad en una nación en la que ya hay condenados políticos con la pena máxima, donde quienes se les ocurrió firmar una solicitud de referéndum revocatorio están marcados en una lista de "ciudadanos de segunda", en el que hay dirigentes sindicales perseguidos y amenazados y en el que hasta la voluntad popular expresada en el voto es burlada con mandatarios designados por el Primer Dedo o restringiendo al mínimo las competencias de esas autoridades electas.

Todos estos argumentos de peso poco importan. A estas alturas lo único que cuenta es la imposición de la fuerza, la razón de las balas, las bombas lacrimógenas o la peinilla y la utilización de la violencia como mecanismo para demostrar quién tiene el mando. El resto, a asentir como perritos de guantera de carro.

Lo cierto es que no hay buenas noticias, porque cada vez más sentimos la bota del mandón en nuestro cuello. Su cuartel es Venezuela y pretende que todos seamos su Ejército. Una milicia sumisa que grite en coro "Patria, socialismo o muerte". Allá de aquellos que bajen la cabeza y digan: ¡entendido!, llevados por el miedo, la comodidad o una posición sinvergüenza de acomodarse a la sombra de la ignominia.

Por eso, ante la imposición militar el "no me la calo civil". Ante las amenazas y la violencia, la respuesta tiene que ser la rebeldía cívica. Ante ese deseo eterno de confrontación una reacción pacífica e incluyente. ¿Qué no se puede? ¿Qué eso suena comeflor? Tal vez lo mismo pensaron algunos sobre las luchas de Gandhi, o la de Walesa, o sobre un Mandela con unos 27 años en prisión en dignidad y machacando la conciencia de quienes se hacían la vista gorda con el apartheid en Sudáfrica.

A este régimen lo único que le queda es la violencia porque ya desde hace rato perdió la razón.

Nadie dijo que el camino está sembrado de rosas, pero no hay otra.


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