09 febrero 2010

Misión hecatombe

Las siete maravillas del mundo antiguo despertaban la admiración de sus observadores; pero a excepción de las pirámides de Egipto, todas dejaron de existir. De igual manera, en nuestra implosionada patria dejará de existir la propiedad privada, convirtiéndose en una zona polvorienta; lo único que quedará para la posteridad, tras la Misión Hecatombe (tal como las pirámides), serán las estrambóticas mansiones y los encumbrados negocios de los desvergonzados camaradas "revolucionarios" que protegidos por sus glorificados méritos de perdurable obediencia al régimen, son merecedores de estar exentos de toda perturbación confiscatoria; acrecentando su devoción al marxismo, ante el cual profetizan ciegamente, sus fundados embates de despiadada conducta. Cuya rodilla en tierra es una enfermedad sumisa con síntomas ideológicos de fiebre alta.

Ante esta generalizada inconsciencia de brutal represión recobremos la vindicación del derecho humano, hasta alcanzar el punto culminante que inspiró a nuestros gloriosos héroes independentistas; cuyo origen de hombres cabales, corría trepidante por sus venas, dejando una honda huella que atestigua la digna emancipación de los valores republicanos.

El factor decisivo en la defensa de la propiedad privada, será sin duda: reforzar el gen del valor combativo para dejar de ser solo un rebaño de mansos corderos que el tirano ofrenda en el altar del sacrificio comunista, a su manada de furiosos chacales encargados de erradicar la democracia, con implacable rigor; sumergiendo al pueblo a las costumbres patriarcales que hacen referencia de los dictadores domésticos que contrasta con la libertad democrática que tendremos que reedificar. Reflexionemos: cuando en la mente del meteorólogo marxista, ronda la tormenta del odio; armémonos con el acorazado paraguas.

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