09 diciembre 2008

Al mejor estilo golpista

Ya fue denegada en consulta popular. Por tanto, persistir en ello es abusivo y extemporáneo. Es ilegal e inconstitucional. Es inmoral y la forma expedita y sin debate público previo, como ya se decidió que la Asamblea Nacional apruebe la de enmienda reeleccionista, menosprecia una vez más el deseo de los ciudadanos. Esta práctica forzosa y forzada de imponer los antojos imperiales contraviene el "gran" lema de la "revolución" fascio-comunista, según el cual, teóricamente, el poder de decisión y la potestad de hacer reside en el soberano "mesmo".

Pero, en la práctica, no está resultando así. La tal "democracia participativa e incluyente" que enarbola el entronizado militarismo retroglodita no es más que un cliché. Una consigna manida, un lema populista electorero, un estribillo que les resulta inútil y molestoso cuando de negociar, conciliar, concertar y respetar normas se trata. Como ocurre también esta vez con la caudillesca e írrita pretensión de lanzarnos por el pecho un despecho ya despachado negativamente.

Cuando en el pasado el régimen "mostró" -aparentó- magnanimidad para concertar con los sectores sociales que rebaten su proyecto absolutista-estatista (mesas de negociación y acuerdo), lo hizo con condiciones, bajo sus términos e intereses. Vale decir, dentro del socialismo y para la revolución, sin considerar-respetar otras tendencias. De allí que nunca hubo la ansiada reconciliación. Ni siquiera cuando el país democrático, a través de distintos voceros, propuso el año pasado una amnistía general para los desterrados, procesados y presos políticos.

El empeño continuista del neorredentor no tiene nada que ver con el bienestar de las mayorías ni con el progreso social ni con el desarrollo económico del país. Él necesita los pobres y se sirve de la miseria para subastarse como indispensable e insustituible. Su afán sólo responde a la desmesura de un veleidoso que se considera a sí mismo un ungido, y por tanto, es menester obedecerlo y venerarlo, sumisa e incondicionalmente.

Pero no es más que otro autócrata ramplón y el "proyecto" que proclama como liberador-redentorista no pasa de ser una fotocopia, barnizada a la ruso-cubano-iraní, de prácticas fracasadas en otros tiempos y latitudes. Su verdadera naturaleza es la del golpista. Hoy actúa como el sublevado que nunca dejó de ser al arremeter contra alcaldes y gobernadores recién electos, cuyos triunfos y derechos pretende desconocer a través del uso de facinerosos.

Esa conducta desesperada y violenta del patricio tropical no es más que otra provocación que no puede aceptar la sociedad democrática porque le otorgaría al golpista la excusa "perfecta" para arremeter contra el liderazgo opositor e instalarse por la fuerza y para siempre en el trono dictatorial. La sociedad tiene "armas" democráticas para impedir la eternización.

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