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30 agosto 2009

La brújula mala

Al piloto margariteño que llevaba en su barca a Humboldt por el mar del oriente venezolano no le hacía falta conocer de la leve diferencia entre el norte geográfico y el magnético, y respondió a la pregunta al respecto que le hizo el sabio, con la rotunda seguridad de un marino de cabotaje de principios del siglo XIX: si la brújula no apunta al norte es porque está mala.

Verdaderamente, la brújula apunta siempre al mismo sitio. Su utilidad reside en ello, no porque se vaya al norte, sino porque la gente necesita orientarse en cualquier dirección. Y porque es confiable, mientras "esté buena", porque si no su referencia extravía. Aunque es necesario estar precavido de la precisión científica sobre su verdadero significado cuando se trata de navegación avanzada.

Para los venezolanos, quizá más que para nacionales de muchos países de similar o superior nivel de desarrollo, el Gobierno ha sido como una brújula, dado el enorme peso autónomo del Estado en materia financiera sobre toda la población. Empresarios, trabajadores y consumidores están pendientes de la brújula para formarse sus propias coordinadas. Es una costumbre que responde a una realidad petrolera subyacente y a una inclinación casi inevitable de los dirigentes políticos.

Tristemente para la ciudadanía de esta nación, sus gobiernos han tenido tantos problemas con ajustar el curso del país en línea con las exigencias más estrictas de una comunidad internacional que ha avanzado más rápido que nosotros en los últimos 30 años, y más recientemente con la calidad de sus orientaciones generales, como es el norte socialista que se quiere imponer ahora desde el poder.

Para una mayoría, los gobiernos prechavistas perdieron la brújula y por ello mostraron confiar en la nueva que ofreció en sus comienzos el régimen actual. Pero ahora la brújula que se viene usando da muestras de estar enloquecida. Porque según sus señales, el norte se mueve de lugar con frecuencia.

Un universo creciente de socialistas desmienten que este sea un régimen socialista. Al igual que los demócratas y los trabajadores desmienten que sea democrático o favorable a obreros y empleados. Los integracionistas latinoamericanos también dejaron de ver al venezolano como un gobierno con una vocación en ese sentido. Los más humildes comienzan a rebelarse, al igual que otros estratos sociales, frente a lo que se creyó era un rumbo hacia la felicidad, la paz, la prosperidad y el trabajo. Para éstos y muchos otros, el Gobierno no perdió la brújula sino que con ella apunta a un norte falso, de sufrimiento, conflicto y guerra, empobrecimiento y desempleo. La brújula está mala.

Los indicadores revelan contracción económica, tensión social, conflicto externo, entre otras ominosas consecuencias generadas por actuaciones del gobierno, advertidas con anticipación por muchos. Con los problemas acumulándose en estos órdenes, el país está urgido de una brújula que esté buena. Que no sea engañosa, que sirva para bien en la vida de todos, que determine un rumbo que responda a las necesidades de todos y no de unos pocos, que apunte a la justicia y no a la arbitrariedad.

Si el capitán con quien viajó Humboldt por estos mares hubiera manejado una brújula mala, la vida del naturalista se habría perdido, así como sus escritos y relatos posteriores.

28 julio 2009

¿Por qué diez años de Chávez?

Viktor E. Frankl, el famoso autor del libro El hombre en busca de sentido, y padre de la logoterapia, a la cual nos referiremos posteriormente, describió su experiencia personal en Auschwitz, aquél monstruoso campo de concentración nazi, así:

"Si un hombre en el campo de concentración, que había sufrido tantos males, reducido a las más grandes miserias, convertido en no más que un objeto a ser exterminado; no luchaba contra esa sensación de desespero y abandono, en un esfuerzo supremo por salvar su dignidad y autovaloración, perdía entonces su sentido de individualidad, de ser una mente con libertad personal y se veía solo y únicamente como parte de una gran masa de personas; su existencia era entonces reducida al nivel de un animal cualquiera".

Erich From, elocuentemente elabora sobre el mismo tema en su influyente libro Miedo a la libertad. El hombre, cansado del abandono y la angustia de una existencia libre pero sin sentido, sin posibilidades, sin esperanzas, se entrega gustoso al orden despótico; aquél que lo convierte en un cordero obediente y sin voluntad, pero en retorno le quita el enorme peso sobre sus hombros de una responsabilidad que no puede asimilar por sí solo. Libertad implica el peso de la responsabilidad, de decidir, día a día, un camino determinado. Pero qué camino, qué responsabilidad, puede seguir una señora con tres o cuatro hijos, sin esposo, golpeada constantemente, abatida por los escalones que debe caminar para llegar a su "rancho", viendo que sus hijos no tienen futuro. Qué libertad puede anhelar un joven inmerso en pleitos callejeros, sin padres, humillado, con familiares mutilados todos los días, en drogas, sin educación ni dinero. Qué libertad puede valorar un anciano, cuyos ahorros fueron "quemados" en operaciones riesgosas bancarias sin culpables ni devoluciones. Ninguna. La libertad se convierte es una dama indeseable para ser subastada al mejor postor: Hugo Chávez Frías o la Revolución. El nombre del comprador no importa, y es allí donde no vemos la solución para Venezuela, lo importante es por qué una sociedad quiere "vender" su libertad.

Continúa el Dr. Frankl:

"Luego de varios años en el campo de concentración la atmósfera de violencia y odio nos había hecho insensibles a la muerte de los demás y al respeto en nosotros mismos. Muchas veces, eran los propios prisioneros aquellos que golpeaban con más brutalidad a los otros prisioneros".

Para muchos de nosotros entender el nivel de violencia, odio y desespero en el que tantos venezolanos han vivido por tantos años es una tarea infructuosa. Se necesitaría quizás, que Chávez mandara a matar a nuestros familiares, que nos quitaran nuestras casas sin devoluciones, que nos cerraran todas las vías jurídicas posibles, que nos cercenaran el derecho a trabajar; e incluso allí, aún tendríamos educación, algo que los pobres nunca tuvieron. Claro, un grupo de la sociedad no es directamente responsable de las necesidades que pasaron otros, y en muchas ocasiones, gente posicionada ayudó a la gente más necesitada. Este artículo no es de meas culpas. Lo importante es entender que somos una sociedad espiritualmente fracturada, y esa fractura, ese "nido del mal", es lo que garantiza que muchos den gustosos una libertad sin sentido al primer mercenario.

Logoterapia nacional- un camino al reencuentro

Logoterapia fue definida por el Dr. Frankl como: "una terapia que ayuda al hombre a encontrar sentido a su vida", por lo tanto no mira al pasado del hombre (como el psicoanálisis) sino a su futuro y el sentido que tiene. El significado de la existencia es para Frankl la principal fuerza que motiva al hombre. A través de la llamada Noología al "paciente" se le ayuda a ver que es aquello que anhela en lo más hondo de su ser. ¿Es posible entonces que quizás Venezuela necesita una logoterapía nacional? ¿No somos nosotros como aquellos prisioneros de un campo de concentración, sumamente perturbados por un pasado y presente llenos de discriminación y mutuo resentimiento? ¿No debemos como país reencontrar nuestro sentido y propósito? ¿No deberíamos dar esperanza, a aquellos que desean dar su libertad, construyendo un futuro más prometedor?
Tenemos, definitivamente, las herramientas nacionales para hacerlo. El Dr. Ernesto Santander se ha dedicado al estudio de la Logoterapia y el sentido del hombre, y en su libro Viaje Por el mundo de la mente establece un camino a seguir para desarrollar nuestra "inteligencia espiritual". He allí un verdadero camino a la unidad nacional.

Venezuela no es hija de su pasado, sino madre de su futuro.

Santiago E. Fontiveros
El Universal
Fontiverossantiago@gmail.com