21 julio 2009

La fiebre del socialismo siniestro

Las organizaciones políticas tradicionales, y las nuevas también, se caracterizan básicamente por autodefinirse como de izquierda pensando que ello los incorpora al cosmos de los justos así como a establecer la diferencia necesaria con "El maldito Imperio". Los líderes nunca imaginaron que esa pandemia majadera podría convertirse en una bomba de tiempo en manos de los verdaderos estúpidos. Como si fuera poco casi todos los partidos se esmeraron por incorporar a sus siglas el vocablo "social" como distintivo de justeza. Ahora los improvisados aprendices de comunistas atiborrados de armas y dinero han ido más allá y, con el apoyo de Cuba, pretenden hundir al país en el colectivismo fracasado.

Es indispensable poner atención a un fragmento de la definición de socialismo para entender la iniquidad de esa temible epidemia. "Denominación de diversas doctrinas económicas, sociales y políticas que propugnan una distribución más justa y condena la propiedad privada de los medios de producción y de cambio….". de allí que el régimen, que todo el tiempo difunde el socialismo como doctrina sagrada en voz de su máximo jefe, haya decidido sancionar a los medios que transmitieron algunos cortos televisivos orientados a defender la propiedad privada. ¡Pura hipocresía! La base del socialismo que se nutre de la denuncia sobre las desigualdades sociales no otorga ninguna expectativa para el goce individual como sí lo hace la propiedad privada. Desde Platón a Babeuf, defensor del "catastro perpetuo", los "sacrificados socialistas" se han conmovido ante la miseria sólo en un plano de difusa moralidad pues en el fondo todo sigue igual. Sólo que ahora el desdoblamiento del socialismo chavista se hace desde camionetas Hummers; entre otros lujos.

La implantación de una doctrina política de tanta enjundia requiere apoyo de un credo ideológico fuerte nacido en la profundidad de los avatares sociales tal como ocurrió en la Revolución Bolchevique. Afortunadamente para el país esa fortaleza doctrinaria del PSUV no existe. Un grupo de militares fracasados en sus carreras, que intentó tomar el poder a través de un golpe de Estado sangriento, valiéndose de las miserias de un pueblo fatigado, que luego se valió de las herramientas de la democracia para llegar al poder, no puede ni de lejos implantar un proyecto de ese talante. Ante el evidente fracaso, después de diez años, al régimen no le queda más que recurrir a la coerción represiva. Se revela así la patochada de un proyecto nacido sin alma pero con mucho dinero para comprar conciencias.

Cualquier teoría sobre el sistema de propiedad y operación de los medios de producción y distribución de bienes que obvie el inevitable proceso de globalización es irrealizable. China lo entendió bien desde hace mucho tiempo y hoy, en materia de desarrollo, se monta por encima de muchos países opulentos. La entelequia de los partidos socialistas dentro de la doctrina marxista que oscila entre el capitalismo y comunismo, que elimina el concepto de propiedad y los bienes de producción privados, es cosa del pasado. Sin embargo, Chávez con gran jactancia hace alarde de haber descubierto un elixir turbulento tan novedoso que cura todos los males sociales tanto como lo fue en su momento la penicilina para la ciencia médica.

La promesa embaucadora que nos llevaría a la felicidad fue maquinada con toda saña. La propuesta de Chávez y sus afiliados por conveniencia que oportunistamente se autodenominaron socialistas, estructuraron el fatal juego. El plan es manipular a los más pobres y, valiéndose de sus carencias, convencerlos de la conveniencia de implantar un sistema comunitario que consiste en controlar desde los medios de comunicación hasta la decisión personal de cada individuo pasando por todo el ámbito económico. De allí el designio del jefe por registrar con apoyo cubano los índices de nacimiento, formación educativa, requerimientos militares, contribución fiscal, salud y asistencia médica, jubilaciones y cualquier otro beneficio individual.

El maquillaje que simulaba cierta sutileza democrática se está disipando y la verdadera cara de la dictadura comienza a asomarse con vigor. Desde "la casa de las leyes y debate público" el ministro Cabello solicitó sea incluida en la reforma de la Ley Orgánica de Telecomunicaciones una disposición que restrinja el funcionamiento de los circuitos radiales y regule la televisión por suscripción; además de obligarlas a encadenarse con las peroratas presidenciales para proteger "la salud mental" de los venezolanos. La única manera de preservar la robustez espiritual del venezolano es limitando las atosigantes y lesivas cadenas.

Asimismo se adelanta la novedosísima ley de "Delitos Mediáticos" para sancionar penalmente a periodistas y comunicadores que incurran en "delitos de opinión" los cuales serán calificados por una comisión conformada por los acólitos del Rey. Señalaba el general MacArthur: "El Socialismo, una vez hecho realidad, por efectos de su autoritarismo intrínseco, destruye la fibra moral que se deriva de la libertad". Independientemente de la ponderación de ese aserto, el venezolano se identifica, con los matices del caso, con la libertad y libre empresa. Pero no basta sentirlo, hay que manifestarlo a diario.

Miguel Bahachille

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