No hizo falta el fraude. El Plan República alteraba el orden en un número determinado de centros de votación, mientras el CNE declaraba la normalidad en todo el país. Reanudaban las votaciones en mesas ya cerradas con gente importada. Impedían el escrutinio y la observación por parte de los votantes. Confiscaban las urnas y cargaban con ellas. Claro, eso no alteraría el resultado porque se trataba de "incidentes puntuales". El Cufan pedía "excusas" públicamente. El objetivo del operativo en marcha no era alterar los resultados. No era necesario ni posible, sólo se trataba de descuadrar la escena y servir la mesa. Fue así como las denuncias, la indignación ante los abusos y el desconcierto por la ausencia de reacción articulada, crearon la distracción que dio paso al primer boletín "parcial" del organismo electoral anunciando la reelección del Presidente.
Sin cifras, sólo con totales; con la gente aún votando, las quejas ciudadanas proliferando, los cómputos extemporánea y profusamente circulando a través de un canal de salida internacional, pero que paga el candidato a la reelección con dineros del Estado y los grupos oficialistas celebrando en las calles mientras eran "desautorizados" por sus líderes. No hubo un genial manejo mediático ni una brillante política comunicacional, sino una perversa guerra sicológica que parece confirmar que la democracia es una creencia patética en la sabiduría colectiva de la ignorancia individual.
No hubo trampa, pero sí fraude a la voluntad del elector. El fraude no siempre es el producto de una trampa. Existen mecanismos más sutiles para torcer la realidad ante propios y extraños, sobre todo si se cuenta con el más convincente recurso del poder: el dinero. Jamás sabremos cuáles fueron los resultados. Pero para quienes pasamos todo el día recibiendo informes de aquellos que indagaban a la salida de los centros de votación, en todo el país y con la mayor seriedad, sin otro interés que prefigurar el cuadro electoral, la derrota NO ES una posibilidad. El gobierno lo tenía claro y por ello no recurrió a la trampa sino, sencillamente, arrebató. Las trampas ya no funcionan; están todas descubiertas. Había tantas formas de trampas como ciudadanos y cada uno aportaba el antídoto. La trampa no era una vía. El camino era más expedito. Ni siquiera fue una trocha, sino un vulgar atajo. La arrogancia del poder es descarada, impúdica.
Todo fraude se paga...aunque el fraude no pague. No es un consuelo. Es una realidad que la historia constata, nuestra historia, la reciente, con gran nitidez. Cada quien sabrá cuánto hizo o dejó de hacer. En momentos como estos, la conciencia reprocha pero también alivia. En lo personal, puedo exhibir el mayor de los orgullos: el esfuerzo que compartí con mi entorno por facilitar el cambio que las grandes mayorías de venezolanos anhelan. Especialmente celebro el coraje y la persistencia de todo el equipo de Globovisión, un canal al que me honra pertenecer y con el cual está comprometida mi lucha por una sociedad libre y un periodismo independiente. Ese es mi peldaño para retomar la tarea.
Cada quien tiene un peldaño. Por más hondo y oscuro que sea el mar, siempre tiene donde dar pie. El asunto es encontrar el punto sin ahogarnos en el intento. Y tal vez ese punto sea más evidente de lo que pensamos: hemos transitado un camino que nos señala nuestras fortalezas, al margen de que no hayan logrado imponerse, POR AHORA, ante la arbitrariedad. Luchar por lo realmente importante en la vida es un asunto de fe, de serena lucidez y de constancia. Quienes nos han precedido en los combates que este pueblo ha dado por la libertad, soportaron mucha oscuridad antes de ganar la luz. Pero la luz se hizo!
Para quienes piensen que "se acabó el pan de piquito", que no hay nada que hacer y se sientan tentados a tirar la toalla, les tengo una noticia: el gobierno continuará su saga de errores, de corrupción, ineficiencia y soberbia. Que lo tengan merecido o no es otro asunto, pero las cosas no mejorarán para la gente crédula en Chávez. El CNE conserva su bien ganado lugar preferencial entre las instituciones menos confiables del país. Eso no se va con esta maniobra reeleccionista, ni con manipulaciones malabaristas ni con lobbys multimillonarios. Eso está instalado en los tuétanos de este modelo autoritario. El desgaste será ahora más acelerado y los desequilibrios y desencuentros más acentuados e inmanejables. Pero tampoco el revés sufrido convertirá en aceptación el rechazo visceral que el venezolano siente por los esquemas "revolucionarios" que se pretenden imponer. Para este pueblo esa no es una opción y el gobierno aún no aprende a leerlo. La gobernabilidad no se garantiza con la fuerza, de lo contrario, ninguna dictadura habría caído nunca. Las cosas están idénticas, en un punto muerto. El juego suma cero.-
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