El año 2007 se inicia con una agenda política muy cargada y definida de antemano por el Gobierno solo y en su soledad. Y la oposición, qué duda cabe, lerda y abúlica, se da ánimos diciéndose que lo que anuncia el Gobierno no es verdad o que en la peor de las circunstancias será inviable. ¡No habría de qué preocuparse!
El presidente Hugo Chávez, una vez como superó su ultimo escollo el pasado 3 de diciembre, guardando las formas electorales y disponiendo de ellas con el abuso y ventajismo que se cuece en las hornillas de todo gendarme, dio su toque de partida revolucionaria el Día de los Inocentes. Le mostró al país, sin ambages, los tuétanos de su proyecto de afirmación "socialista" y vocación totalitaria: ese que le anima desde antes del 4 de febrero de 1992 y que lograra decantar finamente -a prueba de mentecatos- sobre las mesas expertas del G2 cubano.
La República independiente que se hiciera tal de manos de nuestro primer Presidente, José Antonio Páez, después de 170 años y a contrapelo de su historia, deviene, ahora sí, en una ínsula del colonialismo foráneo y al servicio de la izquierda más oscurantista.
La utilización por el Presidente del uniforme de Teniente Coronel en campaña, una vez más y como lo hará las veces que le venga en gana para arengar -llamándoles "camaradas"- a lo queda de la soldadesca, dice de nuevo y bien en cuanto a que, ciertamente, su revolución es armada, hechura de la fuerza bruta.
La caída reciente de dos de sus hombres privilegiados -J.V. Rangel y J. Chacón- es un abrebocas. Toda revolución que se precie, no lo olvidemos, comienza engulléndose a sus propios hijos.
Y como la revolución de suyo implica ruptura con lo conocido y siendo que en el caso de Venezuela la verdadera institución estructuradora de su historia política ha sido la militar, llegó, entonces, el momento en que ha de bajar sin protesta la "santamaría" para darle paso cómodo a la milicia popular revolucionaria.
La reiteración por Chávez de su orden, que manda al trasto el pensamiento castrense de corte republicano, se explica en lo que cree a pie juntillas: Todo cuanto viene no será posible o se retardará aún más en tanto quede por allí algún teniente o capitán pensando que sirve a la nación y no a la revolución.
De modo que, por persuadido de la importancia de los símbolos y mitos movilizadores, le dijo a la tropa formada en el patio de la Academia Militar que en lo sucesivo serán fuerzas bolivarianas y nada más. Serán milicias en maridaje con la reserva popular. Las armas de la República, por consiguiente, dejarán de estar en manos del pasado y pasarán a manos del pueblo en armas, quien servirá como guardián y comisario de choque de la revolución. Así de simple.
El tiempo de la oficialidad superior y subalterna y de la suboficialidad profesional y meritocrática, "no deliberante" -léase apolítica- como lo predicara la Constitución de la Venezuela que se hizo Estado en 1830, llegó a su fin.
La lápida mortuoria le fue puesta al Ejército de Libertades el pasado 28 de diciembre, nada menos que por uno de sus ex integrantes y hoy su Comandante en Jefe, heredero de un estilo que en mucho recuerda al "monagato" del siglo XIX y quien se ha hecho del país y de la milicia como cosa propia, los ha expoliado y dilapidado a su antojo, y los ha hipotecado, por si poco fuese, a los intereses de otro Gobierno -la República de Cuba- llevándolos, sin titubear, hasta los predios de la paranoia revolucionaria.
Nada de esto se comenta en la calle, es verdad: ora porque la fatalidad es fatal e inevitable, ora porque nadie se inmuta en Venezuela hasta que la tragedia le inunda el rancho, sea porque la agenda para el debate público, en un momento en donde los opositores viajan por la galaxia sideral, ya fue dispuesta por el astuto gobernante que seguirá ocupando la Casa de Misia Jacinta hasta el 2012 y quien fuera "reelecto" por sus milicias populares con la ayuda cómplice de su muy cómplice clientela económico-petrolera.
El país, pues, corre hacia el comunismo del siglo XXI de manos de los cheques del capitalismo, y lo hace, según parece, a paso de vencedores.
Lo de RCTV, sin ser mentira, fue apenas un movimiento táctico dentro de la estrategia que más le importa a Chávez. Neutralizó a los medios y a la opinión pública induciéndoles a mirarse en el ombligo y debatir sobre su destino, como medios. Así, el plato fuerte de lo militar quedó como asunto propio y de su exclusiva opinión como caudillo soberano. Punto.
Asdrúbal Aguiar / correoaustral@gmail.com
Tomado del Diario El Universal
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