21 enero 2007

¿Podrá detenerse esta marcha hacia la catástrofe?

El régimen anda en una operación masiva para la supresión radical de lo que Venezuela ha sido. El método con el cual el Gobierno procura extirpar medio siglo venezolano, es el de la destrucción de las instituciones, de la educación, de los medios de comunicación, de la Iglesia, de la descentralización, de la FAN, de Pdvsa y del Banco Central, del empresariado, del sindicalismo, de los partidos y de las organizaciones ciudadanas.

No; no es destruir “lo malo”, no es enmendar los errores, sino exterminar los soportes institucionales, sociales, económicos, familiares y emocionales, de los ciudadanos, para que éstos, despojados de todo lo que los conforma, queden en manos de las fuerzas alucinadas del proceso chavista. Los torturadores saben que hay que dejar las luces encendidas permanentemente para que la víctima pierda las nociones de tiempo y espacio.

Del Autoritarismo al Totalitarismo

Un régimen autoritario controla de manera absoluta al Estado. Un régimen totalitario controla de manera absoluta al Estado y, también, a la sociedad. Venezuela marcha en esta dirección.

El control del Estado se ha dado a través del dominio sobre sus instituciones fundamentales como Pdvsa, la FAN y el BCV, además de las ramas del Poder Público Nacional, regional y municipal. El paso hacia el totalitarismo se ha profundizado con los anuncios, medidas, discursos y delirios recientes, para lo cual los instrumentos esenciales son la Ley Habilitante y la reforma constitucional.

En esta ruta hacia el totalitarismo se emplean tres palancas: el fortalecimiento frenético del Estado; el dominio sobre la economía privada; y el imperio sobre los dispositivos culturales del país. En cuanto al Estado, se crean organismos de todo tipo, en forma paroxística, viral, y se trata de incrementar su nivel de presencia e influencia social con las nacionalizaciones, como las de Cantv y La Electricidad de Caracas, y las demás que están en la tubería.

En cuanto a la economía privada, se intenta asumir la supremacía sobre la estructura financiera, bancos, compañías de seguros, y todos los mecanismos que constituyen el sistema circulatorio de la economía; en unos casos, se hará mediante la estatificación; en otros casos, mediante una regulación milimétrica de la actividad de los privados, hasta llegar a la confiscación de una parte de las ganancias.

En lo que se refiere al dominio sobre los dispositivos culturales, lo que se intenta es ponerle la mano a la educación, los medios de comunicación, la (s) iglesia (s), el aparato cultural estatal que había actuado de manera plural (museos, teatros, orquestas, etc.), y la red de Internet.

El Modo y la Manera

Para toda esta operación se tramita mutilar a los ciudadanos de sus referencias. Cambiar el Himno Nacional, el escudo, la bandera, la conformación de los estados y de los municipios; los nombres de las calles, avenidas, autopistas, de los museos y zoológicos, de las escuelas y parques; como parte de una vastísima maniobra en la cual nada de lo que se sabía y que constituía las referencias del ciudadano común tendría pertinencia. El viejo héroe de las Queseras del Medio no es más que un vulgar traidor; los agentes de Fidel Castro, derrotados por los militares venezolanos, hoy son los héroes a invocar; Soledad Bravo ya no es la cantora de una hermosa época y de siempre, ni Zapata es el artista de todos, ni Sofía Imber es la insigne promotora cultural; Rómulo Betancourt un déspota inservible y Mahmoud Ahmadinejad es un estadista admirable cuya amistad hay que cultivar. Mediante la estratagema del poder, el venezolano ahora comienza a encontrarse a la intemperie respecto a su historia, a sus referencias, a sus valores, a sus aprendizajes y a sus amores.

Aparte de ese complot contra el alma del venezolano, hay otros pasos que se dan de manera absolutamente clara, dirigidos a lograr la máxima concentración del poder que se haya conocido en la historia nacional, desde Guaicaipuro hasta el sol de hoy. El nauseabundo culto a la personalidad de Chávez no es (sólo) un desvarío de un individuo enfermo de prepotencia, sino un diseño en el cual la exaltación del jefe legitima su mando absoluto y el carácter indiscutible de sus órdenes.

Con la pérdida de las referencias y la adquisición de un jefe total, al cual se le pide que “ordene, Comandante”, se producen tres movimientos profundamente dramáticos para lo que vendrá. El primero, es la conversión de la FAN en Fuerza Armada Bolivariana. Como lo describió recientemente el destacado sociólogo Roberto Briceño León, la denominación “bolivariana” ya tiene como dueño a Chávez y su gobierno (los demás, no son “bolivarianos”); de tal modo, que adjetivar los escombros de la institución militar de esa manera, significa garantizar su conversión en el brazo armado de un sector, el chavista, contra otro sector, el no chavista.

El segundo movimiento es el del entierro de la descentralización y la desintegración total de la organización territorial. Los cambios de las estructuras de los estados y los municipios son el recurso para acabar con lo que fue un histórico cambio democratizador. Al haber fusiones, divisiones y modificaciones de esos niveles, tendrán que tener nuevas autoridades y, en ese proceso, la mano dura del Comandante hará de las suyas. La destrucción de la descentralización es una condición indispensable para la asunción del poder absoluto por parte del nuevo César.

El tercer movimiento es el de los Consejos Comunales. No son estructuras de participación popular, sino estructuras de integración del chavismo, con dirigentes ya amarrados en el Partido Único; en los consejos no se dejará entrar a los “oligarcas” ni a sus representantes que, por supuesto, serán todos los que no concuerden con la verdad revelada por el Comandante. Es la reproducción de los Comités cubanos de Defensa de la Revolución.

No Engañarse

La marcha hacia el socialismo del siglo XXI tiene, como el del siglo XX, su cuota inicial de cadáveres -desde el glorioso 4 de febrero-, de represión, de exilio y de silencio. Ése es su sino. Estos militares, cuando sueñan con un sistema que algún día consagrará la igualdad absoluta, nunca materializan sus objetivos, por imposibles; pero lo que sí logran es maximizar el despojo para que, si no puede haber igualdad en la riqueza, la haya, al menos, en la pobreza. El reciente episodio en el teatro Teresa Carreño es revelador, cuando Chávez criticó a los encaramados en la tarima porque tenían agua para beber, mientras que los sedientos asistentes no. En vez de procurar agua para todos, se la quitó a los pocos que la tenían. Votos de pobreza del César que, envuelto en sus trajes de Armani, mira al desgaire su Rolex, se encarama en su avión de $90 millones, y agasaja igual al hermano Correa que al hermano Ortega, mediante la invariable oferta del dinero que pertenece a sus compatriotas, a quienes desprecia.

La pregunta es la misma: ¿podrá detenerse esta marcha hacia la catástrofe?

Carlos Blanco - El Universal

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