Más allá del carácter autoritario del gobierno, expuesto abiertamente con el cierre de RCTV, es importante destacar el oscurantismo de los oficialistas cuando tratan de explicar los motivos de tal despropósito. Primero, el eufemismo utilizado para justificar la clausura de "vencimiento de la concesión" no convence ni al más idiota de los mortales. Por el contrario es un agravio a la inteligencia de millones de televidentes que sintonizaban el canal. Señalaba un taxista en un programa de opinión que ello equivaldría a que su vehículo estuviese facultado legalmente para circular como taxi pero con la prohibición de recoger pasajeros. La falta de imaginación de los acólitos del gobierno los lleva a expresar públicamente, sin recogimiento, las más atroces incoherencias. El Presidente en múltiples ocasiones, desde hace tiempo, ha expresado su predisposición, con visible resentimiento, de cerrar el canal 2.
Desconocen los oficialistas que el periodismo moderno se rige por sus propias reglas siempre que se respete el derecho de los demás. Que el hombre ha logrado en parte, al fin, gracias a la multiplicidad informática, el anhelado sueño de "saber todo" así esté consciente que sólo una pequeña parte de los datos que recibe puede ser absorbida por él y menos aún por la sociedad en la que se mueve. El problema está en que el gobierno no considera la información a sí misma como un fin sino que debe estar subordinada a objetivos aciagos de su proyecto político.
Paradójicamente ningún grupo social, de ninguna época, ha emanado e igualmente necesitado tanta información como ahora. Sin embargo, el Presidente está empeñado en conducir, a través de los múltiples medios de comunicación que están a su disposición, a una sobreinformación cargada de demagogia que, contrariamente, conduce a la desinformación. Recibir sólo la versión oficial de los hechos implica desconocer el derecho de los más débiles. Los otros, en cambio, disponen de suficientes fuentes alternativas para informarse y, ello, contrario a la prédica gubernamental, privilegia a los que más pueden. En otras palabras, la dominación irracional siempre atenta contra los excluidos.
Las emisiones de los canales tradicionales estaban preparadas, hasta la nefasta fecha de hoy, en su mayoría, para difundir las noticias con extraordinaria rapidez y abundancia de detalles. Lamentablemente ya no es así. Por contraste, los canales del gobierno, que son muchos, por cierto, por el contrario, lo hacen de forma extractada y en atención al dictamen del autócrata. El carácter fragmentado que adquiere la noticia, estilo canal 8, impide ilustrar sobre las auténticas causas que la genera. Se abre así en Venezuela una etapa de las comunicaciones, que muchos creían superada, marcada por la limitante del filtro oficial. De aquí en adelante se pondrá en circulación con más ahínco la singularidad del rumor, el cual desvirtúa, la mayoría de las veces, la esencia misma de los hechos. Contrario a lo que los gobierneros piensan, el cierre de una televisora libre y democrática no los favorece. Por el contrario, destapa la imaginación colectiva a buen entender de cada quien para generar "algo" que sustituya los hechos verdaderos. Así se potenciaría la llamada "industria del susurro".
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