A cuenta de las ideas aportadas por el anciano, el pueblo venezolano ha pagado elevados costos, tal como lo evidencian el envío de 100.000 barriles diarios de petróleo, la construcción de infraestructura, la electrificación de ciudades, así como la finalización de la refinería de Cienfuegos. Pero lo más grave de estos acuerdos no está en el regalo de miles de millones de dólares anuales, sino en los planes de acción diseñados en La Habana para ser ejecutados en Venezuela.
Fruto de los diálogos destaca en primer lugar la destrucción de la memoria histórica venezolana mediante la cual lo único digno de resaltar en 196 años de vida independiente es la construcción del socialismo bajo el liderazgo de Chávez.
También la implantación del pensamiento único en escuelas y universidades; de la información inútil a través de medios oficiales, del entretenimiento y la cultura amordazada, y de los controles sobre la distribución de alimentos a objeto de forzar, permanentemente al pueblo, a preocuparse por obtener los rubros básicos para su sustento.
Surge del trágico diálogo la siembra del miedo. Para ello se cuenta con poderes que avalan el atropello, instituciones que aplican el terrorismo y bandas que agraden a los ciudadanos con armas que deberían ser de exclusivo control de nuestras fuerzas armadas. Por último, no descartamos que dentro de este diálogo esté planteada la militarización del país y la creación de la república socialista federada que daría a los militares cubanos la potestad de hollar nuestro suelo para sostener al dictador.
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