En realidad lo que existe es una comunicación parcial, comprometida con intereses-capitales: una empresa de expresión (EE) que reúne las mercancías de la información y la opinión, que está distante de los intereses del colectivo y que apunta fundamentalmente a su control por medio de la manipulación.
En este sentido, esa EE contribuye directamente al mantenimiento de los poderes establecidos. Se suma de este modo al poder totalitario que todo lo pone y dispone hoy en este ex país. Porque lo que, en principio, le interesa a esa empresa es cumplir con el requisito de la ganancia-acumulación. Y para obtener este objetivo no se detiene en el acuerdo o complicidad con el régimen.
Pero este no es fenómeno que nace hoy: ha estado presente desde el propio surgimiento de la CS en el país. Los medios de difusión fundamentales son aquellos que están ligados con el poder del momento, porque enfrentarlos significaría poner en riesgo los capitales requeridos para su funcionamiento.
Paralelamente, y en todos los tiempos, ha subsistido una CS minoritaria, sin mayor capacidad de difusión, que deja el testimonio de aquellas fuerzas, pequeñas o no, que se oponen al orden imperante.
El Estado, por su parte, genera una información que adecua los hechos a su conveniencia y que debe ser registrada en las EE. Esto lo vimos claramente a través de los 40 años de "democracia". El Estado tiene el poder material y represivo para imponer sus fuentes, sus puntos de vista y su versión de la realidad.
Cuando existe algún margen de libertad, el comunicador social siempre tiene la oportunidad de ejercerla, para poner en entredicho la verdad oficial y a través de su trabajo de investigación evidenciar las mentiras del régimen. Esta "libertad", por supuesto, alcanza hasta que el Estado lo permite.
En la mayoría de los casos las EE simplemente cuadran con el oficialismo para poder disfrutar de una muy buena salud. No se produce, por consiguiente, una separación-deslinde con la estructura totalitaria que ejerce el Gobierno, a menos que el cuadro histórico promueva un nuevo cambio formal en el mando.
Y esto es lo que ocurre a partir de 1989, y específicamente cuando en su oportunidad contribuyen a liquidar a CAP y convertir al golpista del 04F-92 en un héroe-caudillo mediático. El GP es el personaje de mayores centímetros de publicidad no sólo en los últimos 15 años sino en la historia de este ex país y de la propia historia actual de América Latina.
Y si bien es cierto, como lo hemos mantenido consistentemente, que en sus inicios el GP es un gobierno "made in USA", las EE cumplieron a cabalidad su papel de reforzarlo y presentarlo como el caudillo-mesías de turno.
No tenemos espacio para evidenciar la relación EE-gobierno, desde el 04F-92 hasta el 06D-98 y luego hasta la aparición de las leyes Habilitantes y los tristes episodios de abril 02, momento en el cual los medios se convierten en verdaderos protagonistas. Tampoco para analizar las tensiones entre Estado y EE, que producen acuerdos, negociaciones, autocensuras, silenciamiento, acomodos y represión.
Lo que es evidente es que para que los medios de comunicación dejen de ser EE, están obligados a ponerse al servicio del colectivo. Y esto significa una redefinición de objetivos.
Hablamos de una nueva forma de CS que sirva como arma para la formación y organización del colectivo, teniendo como base y fundamento la política de la creación, dirigida a fomentar una nueva realidad en la cual el colectivo sea un sujeto histórico con capacidad y fuerza para llegar a acuerdos y trazar límites a la manipulación, persecución, cercenamiento, censura y autocensura propios de los regímenes totalitarios.
No se trata por ello de acabar con las EE sino darles un cauce y contenido democrático-horizontal. Esto es clave, si se entiende que estas entidades son esenciales en la producción de la conciencia colectiva actual.
En el caso concreto de la situación que hoy vive Venezuela, se requiere de una EE que se ponga al lado de lo que, en principio, podemos calificar como rebeldía estudiantil, no como una entidad de control y manipulación sino como motor para impulsar el logro de los objetivos democráticos propuestos.
Si la EE no cambia de orientación contribuirá a convertir el fenómeno estudiantil en otra novedad para la compra-venta y a forjar nuevos dirigentes del pasado. Se trata, por el contrario, de promover una EE que entienda la democracia en términos horizontales, para hacer posible la incorporación del colectivo a la acción constructora.
Si no lo hace, el actual movimiento de protestas estudiantiles podría quedar francamente frustrado y absorbido, como mera entidad publicitaria que paga dividendos temporal-ocasionales.
Si no se produce este contenido sino el apego al monstruo gubernamental por la vía del pacto-acuerdo-complicidad estaremos simplemente ante un juego de iguales en contenido, aunque diferentes en capacidad de poder y alcance.
Estaríamos ante la refriega extendida como en el caso de Gobierno vs RCTV, dos expresiones de un mismo componente que no llegaron a un acuerdo, razón por la cual el agente superior decreta la guerra a muerte del contrincante. Y materialmente lo logra, aun y cuando tenga que enfrentar las consecuencias.
Si estos estudiantes se quedan en el papel de nuevos agentes para las cámaras, sin otra consistencia que la denuncia y la improvisación, si no adquieren capacidad para ligar sus luchas a las del colectivo y se mantienen, en consecuencia, como parte separada de un todo social profundamente convulsionado, estaremos en presencia de un nuevo proyecto del y para el fracaso.
Para avanzar deberán adquirir conciencia de sus debilidades teóricas y de la falta de maquinaria para enfrentar un régimen autoritotalitarista. Tendrán que prepararse, en lo material, para el logro de reivindicaciones sociales y políticas, y en lo espiritual para el fomento de la paz y la convivencia.
Y ante este difícil e intrincado panorama: ¿se quedarán las protestas estudiantiles en el punto del inevitable agotamiento o adquirirán capacidad para ir más allá de lo previsto?
En caso de que el movimiento alcance la señalada preparación, tendrá que producir un deslinde con el totalitarismo oficial, con las formas del mismo que se puede apreciar en "unas oposiciones", convertidas en las principales convalidadoras del régimen, y con él de aquellas EE dedicadas sólo a vender aquello que está en concordancia con su "línea editorial".
Si esto no ocurre, dejará de ser el movimiento que mueve hoy tantas esperanzas, para convertirse en nuevo instrumento de convalidación y en factor para la profundización y radicalización de la destrucción que se acomete, sin que existan reales muros de contención para sus desmanes, desafueros y perversiones.
¿Podremos exigirle al capital que invierte en las EE que cambie de rumbo y comience a preocuparse por la construcción de este ex país? ¿O seguirá alimentando los monstruos del totalitarismo, ya sea "democrático" o "revolucionario", con el totalitarismo de una información negociada? Una nueva forma de comunicación social tiene la palabra.
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