En el subconsciente colectivo son más las afinidades que las rupturas entre los pueblos caribeños. La alegría innata es buen antídoto para soportar penalidades y conservar esperanzas. La Habana vieja parece suspendida en el tiempo. La austeridad y las restricciones con que se vive contrastan con la opulencia y el derroche del mundo globalizado.
Las carencias se atribuyen al bloqueo y a los enemigos externos. Pero la ideología ni lo explica todo. Como siempre, son los pobres los que pagan los pecados de quienes los explotan. Poco importa que sean capitalistas o socialistas. Siguen siendo más pobres cargando con un fardo injusto.
La libertad no lo es todo, pero ayuda a escalar peldaños en la conquista de la justicia. La igualdad por abajo, es merma de un derecho que llama a la superación. El mundo occidental tiene muchas lacras pero ofrece más posibilidades que los regímenes socialistas. Cuando lo legal se identifica con el valor supremo del Estado-gobierno, se tiene la llave para declarar punible, lo que no agrade a las autoridades. Es un Estado premoderno, más parecido al vasallaje de los señores feudales, que a las imperfectas democracias.
No todo lo que se vende como camino al mar de la felicidad es oro. Los humanos merecemos un cultivo mayor, al unísono, de los derechos de libertad, igualdad y fraternidad. Porque si no, no es lo mismo con guitarra que con violín.
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