Tómese por ejemplo la contracción de 2% en la liquidez monetaria de estos primeros seis meses. Sólo ha sido posible gracias a la pérdida de 34% de nuestras reservas internacionales, a un incremento de 66% en las autorizaciones de Cadivi, y a una ejecución más moderada del gasto público (muchos contratistas por ahí con facturas pendientes). La reducción de cinco puntos en la alícuota del IVA completa la estrategia antiinflacionaria del gobierno en este primer semestre. Este conjunto de medidas tiene dos cosas en común: afectan el nivel de precios una sola vez (no inciden sobre la tendencia), y (en consecuencia) no se pueden usar de forma permanente. La inflación sigue muy cerca de donde estaba antes del primer recorte en el IVA.
Se suele escuchar por ahí que esta estrategia no ha dado resultado, la inflación a nivel de alimentos se mantiene en 26%, del núcleo inflacionario en 22%, del IPC en 19%. No es así. La mejor manera de pensar en esto es imaginarse en dónde estarían la inflación y la tasa de cambio paralela de no haber sido realizada la emisión de Pdvsa, la reducción del IVA, el incremento en las autorizaciones de Cadivi, y moderado la ejecución del gasto público.
Esa es una manera útil de pensar de cara al segundo semestre del año. Sobre todo si se toma en cuenta que durante los últimos cuatro años, dos tercios del crecimiento registrado en la liquidez de cada uno han ocurrido en el segundo semestre. En otras palabras, durante los últimos cuatro años la liquidez creció en promedio 16% en el primer semestre, 38% en el segundo. Ahora viene lo más difícil.
Teniendo todavía la aprobación de la reforma constitucional y la reforma monetaria por delante (no se sabe en qué orden), el Gobierno debe ahora lidiar con la presión que ejercerá la liquidez en el segundo semestre sobre los precios y la tasa en el mercado paralelo. El problema está en que, si se piensa en las medidas de fondo, ya es demasiado tarde para ensayar algunas, (promover un mejor ambiente para la inversión privada) mientras otras (recortar el gasto público) ya resultan demasiado costosas (y en contra del mainstream dentro del Gobierno de que aquí hay real para todo). Se hace tarde para implementar cambios de fondo, tarde en el sentido ideológico, hay muy poco espacio para reinventarse. Entre las estrategias de corto plazo, pareciera que seguir bajando el IVA o perdiendo reservas no son opciones; acaso los certificados de depósitos del BCV y seguir retrasando pagos a proveedores sean las más asequibles, pero tienen un alcance limitado.
Todo eso para no hablar de devaluación: ¿Devaluamos antes del referéndum consultivo para la reforma constitucional, o le damos el palazo al bolívar fuerte, apenas nazca?
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