En Venezuela está en plena construcción un parque temático. Es el que recoge la utopía del presidente Chávez: es el parque temático de la revolución. Sus principales atracciones son los núcleos de desarrollo endógeno, los fundos zamoranos, las cooperativas, las empresas de producción social, las estatizadas, las de autogestión, las de cogestión, el trueque, la moneda social, los gallineros verticales. El parque tiene también atracciones internacionales, como el Fondo Monetario Latinoamericano, el gasoducto al sur, el Banco del Sur, y muchas más.
Disneylandia y Chavelandia son ejemplos de dos utopías que buscan hacerse realidad. Pero las similitudes entre un parque temático y el otro terminan allí. Disneylandia está ya realizada plenamente como una fantasía. La gente la vive, la disfruta y la reconoce como tal. Su verdad es la de ser una ilusión. Chavelandia en cambio es una quimera que quiere pasar como una realidad. Ninguna de sus atracciones funciona en verdad, pero pretenden que sí lo hacen.
Disneylandia está allí como un espacio delimitado en la familia y la cultura norteamericanas, Chavelandia, en cambio, pretende ocupar toda la sociedad venezolana. Aspira a convertirnos a cada uno de nosotros en personajes de su entelequia.
Por último, mientras que Disneylandia ha resultado un parque temático muy rentable, financiado con fondos privados, Chavelandia depende de recursos públicos cada vez más cuantiosos para mantenerse operando.
Las producciones de Disneylandia producen ganancias; las de Chavelandia producen pérdidas.
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