Mientras más se acerca la fecha del referendo, más desesperada es la reacción del Gobierno. El inicio de la campaña por el "Sí" , allá en los patios de Baduel y Didalco, no pudo ser más desteñido. A veinticuatro días de la jornada, el oficialismo no ha logrado recrear un ambiente de victoria. Su actuación frente a la protesta estudiantil tampoco es propia de un ganador. Una cosa es que la reelección indefinida supere el trámite jurídico-constitucional y otra, muy distinta, es que el proponente termine beneficiándose efectivamente de ella. El cuento del cachicamo y la lapa recobra siempre su pertinencia. De los campus universitarios está emergiendo el liderazgo del futuro. Los sucesores de Chávez tienen tomadas las calles de todo el país. Por primera vez la batalla democrática ha salido de Caracas. Además, nunca fue más estridente el silencio de los gobiernos descentralizados. La movilización electoral del comandante depende de los Gobernadores y Alcaldes, muchos de los cuales (dueños de una clientela política propia) no cesan de pensar en aquello de que la venganza es un plato que se come frío.
La inestabilidad de las encuestas se está reflejando en la palidez de los actos oficialistas. Aunque ya se haya dicho, siempre hay que repetirlo para que el país comprenda este momento y los que sobrevendrán: la reforma está exponiendo al líder y desmejorando las condiciones en que éste se moverá en adelante. Chávez comienza a lucir como un mango bajito. El llamado a "los cerros, para que bajen a defender al presidente, víctima del golpismo-fascismo" no consigue conmover a sus destinatarios. La consigna se ha vuelto estéril. O ya no es creíble, o simplemente se ha anidado, entre los segmentos más humildes, la idea de que, "con hambre y desempleo, Chávez ya no me resteo"... En la FAN toman nota del dato. Los factores castrenses no le darán el gusto a Chávez. Quieren verlo cocido entre los vapores de una reacción popular a la que consideran "inevitable". Nadie sabe cuándo: lo que sí sabe es que todo se encamina hacia allá.
En el mundo de los seguidores de Chávez, donde reina un pragmatismo irreductible, se avizora el momento de saltar la talanquera... Nunca debe subestimarse al pueblo raso. Sus componentes son intuitivos: se anotan a ganador. Pero si ese ganador se exhibe frágil en su relación con la FAN, la cosa se relativiza. Desde hace tiempo Chávez sabía que su declive se ahondaría una vez que se dieran dos supuestos que hoy saltan a la vista: cuando se le visibilizaran los problemas castrenses y cuando los pobres -producto de aquello- comenzaran a verle como a un presidente normal y sustituible. Los sectores populares no creen en molinos de vientos. Lo de ellos es lo concreto. Para eso sirvió el discurso de Baduel: para dejar bien claro cómo andan las cosas en los patios militares... Para decirle a la gente que llegó el momento.
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