Quien esto escribe no votará, al menos hasta el día de escribir estas notas. Sabe que en el espacio de la opinión pública la posición que parece predominar es votar por el NO. Sin embargo, desde esta esquina de la palabra hay la convicción de que no votar es la conducta más apropiada. No pretenden estas líneas censurar a quienes consideran una postura diferente y no niega este narrador que adopta esta posición con la modestia que reconoce que hay argumentos en contrario, que muchos estiman que el momento de una victoria podría aproximarse por aquella vía; por tanto, no se encontrará aquí proselitismo, sino razones que se estiman poderosas para quien las formula. No es fácil ser -tal vez- minoría, cuando las corrientes de la opinión pública se baten furiosas y contradictorias dentro de la disidencia democrática y a veces contra la disidencia en el seno de la disidencia, pero no está demás que se diga lo que se piensa y se actúe conforme a aquello que se diga.
Premisa I.La mayor parte de los políticos opositores sostienen que Chávez ha ganado todas las consultas anteriores y que ahora, por vez primera, no es así, y, por tanto, existe la posibilidad de derrotarlo electoralmente o de hacerle más costoso un intento de fraude. Han dicho que la mayor parte de las encuestas serias dijeron lo que iba a pasar y pasó; por lo tanto, aseguran, fue una locura denunciar fraude en el revocatorio, porque los ciudadanos se lo creyeron y desconfiaron de las sucesivas convocatorias electorales.
Este que está aquí, no comparte esa apreciación. Supóngase que Chávez ha sido mayoría de acuerdo con las encuestas; si así hubiese sido, esas mayorías, en alguna proporción, se habrían constituido sobre la base del temor, el chantaje y la represión (despidos, lista de Tascón, terrorismo laboral). Debe tenerse en cuenta que la mayoría, como fundamento de la elección de los funcionarios y de las decisiones en la polis, es una categoría de la democracia, y cuando ésta se forja amparada en la intimidación, no tiene el valor ético, político e institucional de una decisión acatable. Dicho en otros términos, extremos aunque gráficos, las mayorías de Hitler -que las tenía- no creaban una obligación moral ni política y, en consecuencia, no debían ser acatadas por los demócratas.
A pesar de lo anterior, que daría sustento ético a una rebelión frente a una tiranía fundada en la mayoría, este narrador cree que Chávez no ha sido mayoría en diferentes eventos electorales. No lo fue en el revocatorio en el cual se cometió un fraude inmenso, no sólo por el ventajismo institucional que impidió elecciones libres, sino por el mangoneo del proceso (RE, máquinas y sustracción de votos), que impidió elecciones limpias. No lo fue en la medida en que se aceptó el resultado de la elección presidencial de 2006, cuando, al decir de Manuel Rosales, la victoria de Chávez estuvo fraudulentamente inflada. Y no lo es ahora.
Por cierto, las encuestas también pueden reflejar el miedo existente en las supuestas mayorías. Puede recordarse una encuestadora, especialmente zángana, que decía que Chávez perdería una de las pasadas consultas si se daba un cierto nivel de abstención; éste se dio y los opinólogos se olvidaron de sus pronósticos para decir que "siempre" habían sostenido la victoria oficial.
Premisa II.Los opositores hoy concuerdan en que el régimen de Chávez es autoritario. Ya, al parecer, están disipadas las visiones que lo tenían apenas como un bocón con tentaciones autoritarias. Hasta los más blandos han llegado a convenir en que es un régimen que ha controlado al Estado (por eso es autoritario) y que quiere controlar la sociedad (por eso va en camino de ser totalitario). El empeño fundamental de procesos como el actual es el de impedir el relevo del núcleo que controla el poder y, en este caso, de Chávez. Usan todo el poder del Estado para lograr ese objetivo, aunque requieren de consultas electorales periódicas para restablecer su legitimidad social e internacional. De este modo no pueden aceptar derrotas de ninguna naturaleza y se empeñan en fraudes masivos, junto a la represión, para impedir cualquier riesgo en ese terreno.
Lo anterior no niega que pueda ser conveniente a veces, como sostienen los que hoy se plantean votar NO, concurrir a la consulta por razones de táctica política. Sin embargo, en estos casos es como un ingrediente de la crisis política que lleve, por ejemplo, a considerar de forma generalizada que el autócrata desde ese momento en adelante es ilegítimo al aprobarse una Constitución que es fraudulenta.
No es verdad que declararlo ilegítimo sólo pueda hacerse con las masas insurrectas, acompañadas de una rebelión armada; el solo hecho de asumir que un Chávez victorioso por los manes del CNE no es legítimo, es el inicio de una brecha que habrá que construir y recorrer.
Desde este punto de vista, a este escribidor le habría resultado tentador votar por el NO, para que la dirección política opositora asumiera esa postura. Pero, por las experiencias vividas colectivamente, tiene la sensación de que el 2 de diciembre -si es que hay referéndum- el discurso dominante puede ser del tipo que han enarbolado algunos, según el cual, si Chávez gana con el artilugio que Tibisay maneja, se reconocería la imposición de una Constitución ilegal, "bajo protesta". Y el siguiente paso sería prepararse para la convivencia con un régimen ahora relegitimado.
No es verdad que las opciones son aceptarlo o irse al monte con una guerrilla imaginaria. Pero, una actitud posible es la de considerar al régimen de Chávez como ilegal, inconstitucional y fraudulento, sea que dure un mes o un siglo. Otra actitud muy diferente es considerar que "ganó" y que, como aseguran sus intelectuales más finos, hay que calársela.
Resultado. Hay un filósofo municipal que duerme en plazas y lupanares, que ha escrito lo siguiente: "como no soy río, puedo devolverme". Sin llegar a esos delirios, quien esto escribe hasta hoy ha decidido no votar, pero no descarta que nuevos elementos pudieran hacerlo cambiar. Sin embargo, abstenerse tiene toda la legitimidad política y moral necesaria como para ser una postura democrática de cara a la tramoya que arman para este referéndum. Sobre todo, para alguien que considera que la abstención de 2005 fue un éxito político de inmensa magnitud, ahora ninguneado por los que fueron castigados entonces.
No es verdad que quien se abstenga se empantuflará; no es verdad que votar es un acto heroico, y es la única alternativa a quedarse viendo televisión. Votar o abstenerse son conductas legítimas, que pueden ser tan combativas la una como la otra, y que deberán converger el domingo 2 en la tarde. En todo caso, es preferible que no haya referéndum. La sociedad mayoritaria ya le ha dicho otra vez a Chávez "NO", aunque su CNE tenga programado 62 a 38 % a su favor.
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