Alguna vez escuché la anécdota de Miguel Otero Silva y García Márquez en relación a las tensiones entre Venezuela y Colombia. Si el asunto se tornaba agudo y llegaba hasta los límites de lo "peligroso", el compromiso era que el venezolano se presentara en la Plaza Bolívar de Caracas y gritara "Viva Colombia" y el colombiano, a su vez, hiciera lo propio en la "Plaza de Bolívar" en Bogotá. Pues bien, ante los acontecimientos de los últimos días y los dimes y diretes entre ambos gobiernos, es pertinente recordar esa historia y más aún, que los pueblos de ambas naciones propongan "un alto" a una escalada, por ahora verbal, que no nos está dejando nada bueno.
El ministro de Relaciones Interiores, Ramón Rodríguez Chacín, insinuó en días pasados que quien se ponga de parte del Gobierno colombiano poco más o menos que pudiera ser acusado de "traición a la Patria", a lo que habría que preguntarle, Señor ministro, ¿es que acaso hay que colocarse del lado de la sin razón?. ¿Quién no trate de "camaradas" a los asesinos y narcos de las FARC y quien no esté de acuerdo con la loca tesis de ponerle "tipex" al calificativo de terrorista a ese y otros grupos que además practican el secuestro, la utilización de escudos humanos, la siembra de minas, las torturas físicas y psicológicas por decir lo menos, entran entonces en el status de traidores?
Nuevamente el Gobierno se equivoca si piensa que la colectividad lo apoya en una visión distorsionada de la realidad. Al igual que querían que todos fuéramos socialistas ahora piensan que todos vamos a aupar esta nueva tesis que, de paso, nos pone al margen de lo que nadie ha defendido en el mundo a excepción de Daniel Ortega, Oliver Stone (tal vez aguardando el contrato millonario para la película del líder venezolano) y, por supuesto, Piedad Córdova, quien incluso comentó el jueves pasado que aunque rechaza el secuestro como método, comparte alguna de las "tesis ideológicas" de las FARC.
Nadie se opone al canje humanitario y menos después de los relatos de las liberadas y las pruebas de vida de quienes aún están en la selva en los que queda al descubierto "el verdadero" rostro de las FARC, pero eso no le da derecho al mandatario venezolano a utilizar políticamente el dolor. De hecho fue tan burda su intención, tan gruesa la costura de su verdadero objetivo, que no dejó pasar ni 24 horas de la puesta en libertad cuando planteó la beligerancia del grupo en armas cual relacionista público del mismo.
Lo cierto es que mientras el Gobierno venezolano "por amor" nos mete a todos en un lío con Colombia y el de esa nación, como es lógico, se defiende de la "sin razón" del de aquí, los pueblos de ambos lados de la frontera sufren las consecuencias. ¿Será que tendremos que aplicar lo que pensaban hacer García Márquez y Miguel Otero para bajar el tono del conflicto?
El ministro de Relaciones Interiores, Ramón Rodríguez Chacín, insinuó en días pasados que quien se ponga de parte del Gobierno colombiano poco más o menos que pudiera ser acusado de "traición a la Patria", a lo que habría que preguntarle, Señor ministro, ¿es que acaso hay que colocarse del lado de la sin razón?. ¿Quién no trate de "camaradas" a los asesinos y narcos de las FARC y quien no esté de acuerdo con la loca tesis de ponerle "tipex" al calificativo de terrorista a ese y otros grupos que además practican el secuestro, la utilización de escudos humanos, la siembra de minas, las torturas físicas y psicológicas por decir lo menos, entran entonces en el status de traidores?
Nuevamente el Gobierno se equivoca si piensa que la colectividad lo apoya en una visión distorsionada de la realidad. Al igual que querían que todos fuéramos socialistas ahora piensan que todos vamos a aupar esta nueva tesis que, de paso, nos pone al margen de lo que nadie ha defendido en el mundo a excepción de Daniel Ortega, Oliver Stone (tal vez aguardando el contrato millonario para la película del líder venezolano) y, por supuesto, Piedad Córdova, quien incluso comentó el jueves pasado que aunque rechaza el secuestro como método, comparte alguna de las "tesis ideológicas" de las FARC.
Nadie se opone al canje humanitario y menos después de los relatos de las liberadas y las pruebas de vida de quienes aún están en la selva en los que queda al descubierto "el verdadero" rostro de las FARC, pero eso no le da derecho al mandatario venezolano a utilizar políticamente el dolor. De hecho fue tan burda su intención, tan gruesa la costura de su verdadero objetivo, que no dejó pasar ni 24 horas de la puesta en libertad cuando planteó la beligerancia del grupo en armas cual relacionista público del mismo.
Lo cierto es que mientras el Gobierno venezolano "por amor" nos mete a todos en un lío con Colombia y el de esa nación, como es lógico, se defiende de la "sin razón" del de aquí, los pueblos de ambos lados de la frontera sufren las consecuencias. ¿Será que tendremos que aplicar lo que pensaban hacer García Márquez y Miguel Otero para bajar el tono del conflicto?
María Isabel Párraga
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