Los insultos de Chávez contra el presidente Uribe no deben provocar, como muchos lo temen, la ruptura definitiva de relaciones diplomáticas. Chávez lo sabe y sabe también que la paciencia del paisa, acostumbrado a guerras verdaderas, con muertos reales y sangre derramada, soporta, inmutable, los fuegos artificiales su tórrida verborrea.
Pero no sólo eso, la estrategia de atizar el nacionalismo anticolombiano sobre la base de la provocación, para generar tensiones y desviar la atención de los problemas auténticos, a la búsqueda de un respaldo popular menguante, resulta tan evidente como el desasido desdén que le dispensa Uribe a las ofensas.
No pasa nada porque más allá de las torpezas diplomáticos y de las complicidades de Chávez con la guerrilla, nunca antes en la historia de los dos países la economía venezolana había generado tanto empleo e ingreso de capitales a Colombia. Pero también nunca antes había habido aquí tanta dependencia de los alimentos procedentes de Colombia, precisamente de aquellos cuya ausencia resienten con mayor intensidad los consumidores.
Esas son realidades que se imponen a los intereses políticos y a las ideologías, aunque todo va a depender, en definitiva, de la actitud de rectificación o ratificación que asuma Chávez luego de comprobar las consecuencias que le está acarreando su desventurada declaración del 11 de enero ante la Asamblea Nacional Legislativa.
La gran pregunta es si, en la incómoda posición que se buscó, Chávez tendrá la suficiente sensatez como para evitar un conflicto de consecuencias impensables, sólo por su desmesurada ambición de poder y por apoyar a una organización delictiva y terrorista (no calza, ni mucho menos, los puntos para merecer el status de beligerancia), rechazada fervientemente por la casi totalidad de los colombianos (un 99% según la encuesta de Gallup) y en franco proceso de declive.
Porque no es verdad, como sugiera Chávez, que en Colombia hay una suerte de empate, de estancamiento en la guerra. Todas las evidencias indican que la política de seguridad democrática de Uribe y la aplicación de los planes Colombia y Patriota sí han dado resultados. La guerrilla ha perdido presencia en zonas determinantes, (adyacencias a las ciudades importantes), sobre todo en Cundinamarca y Boyacá; los 67 frentes que llegó a tener en su mejor momento son ahora 47; los 18 mil hombre en armas se redujeron a unos 12 mil y más de 8 mil guerrilleros han desertado en los últimos años
El Gobierno de Uribe sí está ganando la guerra, ha arrinconado a las FARC hacia el sur del país y eso ha permitido disminuir notablemente el número de secuestros y mejorar los niveles de seguridad. Esa es una las causas de la colombianización de Venezuela. Las otras son Chávez y sus obsesiones.
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