La prensa y la televisión, con sus parcialidades noticiosas, por plurales le permitían al Jefe del Estado escudriñar, comparar y hasta descartar sus propios datos, al confrontarlos con aquellos de la opinión pública.
A pesar del aislamiento palaciego, del cerco de los edecanes o lo abigarrado de la agenda presidencial -en un país que como el nuestro cree en Miraflores como manantial de los milagros - es imposible que el Presidente no esté al tanto de las circunstancias del país o de las que ocurren en su entorno.
Así, conocí del agotamiento de los partidos históricos y de su incapacidad para relanzar la experiencia democrática que ellos cimentaron. Aprecié el crecimiento, por defecto, de las alternativas mesiánicas y populistas. No importaba entonces si la opción era "hollywoodense" o cuartelaria. El ¡váyanse todos! no le hizo espacio siquiera a quien tenía que apagar la luz, concluida la jornada.
Chávez, candidato, se hizo su espacio sobre los hombros de los empresarios y algunos medios de comunicación y hasta los americanos y la banca española le acompañaron en el ¡váyanse todos! No era un secreto -a nadie le importaba- su temprana simpatía con el castro-comunismo -se lo dijo a Agustín Blanco Muñoz- o con las FARC y el fundamentalismo islámico.
De nada sirve, reparar sobre el curso de los 9 años de la experiencia gubernamental actuante, que hemos vivido y padecido o sobre sus efectos devastadores hacia el futuro. ¡Que de buenos y de malos gobiernos está llena nuestra historia!
Sí resulta desdoroso, no digerible ni diferible, sin embargo, saber por el Presidente de Colombia que nuestro Gobierno medra coludido con la criminalidad narcoterrorista del vecino país. De ella habría recibido dinero para sus elecciones de estreno y a ella le habría dado dinero, después, para su accionar revolucionario.
No nos faltaron militares o autócratas impúdicos durante el pasado siglo, es verdad. Pero ni siquiera el Benemérito Gómez se coludió con la violencia. Antes bien, la derrotó y al llegar la Primera Guerra Mundial optó por la neutralidad. Y tanto Medina como Pérez Jiménez prefirieron tomar las de Villadiego, antes que empujar al país hacia un baño de sangre. No puede decirse lo mismo de Chávez.
Movió a la milicia al margen de la Constitución para una aventura personal y en un asunto que no le concernía a la República. Hizo privar "sus" intereses y al final, cuando las caretas del cinismo cayeron todas al piso durante la Cumbre del Grupo de Río, lo único claro y de entidad fáctica fueron los señalamientos dirigidos hacia él por su colusión con las FARC y a la luz de las pruebas encontradas en el ordenador del terrorista mayor, el fallecido Raúl Reyes.
Son muchas las preguntas sin respuesta, y muchas las explicaciones que el Presidente nos debe a los venezolanos. Y por lo dicho, como por contar con una Sala Situacional y el apoyo del G2 cubano, mal podrá argumentar su ignorancia. Mal podría declararse sorprendido de las denuncias que lo tocan, o pasar la página como si nada hubiese ocurrido.
¿Estuvo a punto o no de involucrar al país en una guerra fratricida, luego de más de un siglo de paz doméstica? ¿Eran o no dirigentes de la guerrilla colombiana los baleados que recién curaron sus heridas en nuestro territorio, protegidos por nuestra Fuerza Armada y el Ministerio del Interior? ¿Fue o no cierto que el Presidente, desde 1999, autorizó a su actual Ministro del Interior para pactar con las FARC una "macrovacuna" -la que ahora explica el ordenador de Reyes- y de espaldas al Gobierno colombiano?
En fin, ¿acaso es una elucubración imperialista el reconocimiento dado por Chávez a la narcoguerrilla, en perjuicio de la soberanía de nuestra República vecina y desafiando los mandatos internacionales que califican de terrorista?
No se trata de explicaciones que nos deba el Presidente por su gestión de Gobierno, buena o mala, ni por sus devaneos marxistas y a la cubana, ¡porque de mandatarios megalómanos y atrabiliarios también sabemos los venezolanos! Y en democracia, al pueblo sólo le queda asumir sus yerros de elector y esperar a otras elecciones para despachar a la ineficiencia, a la corrupción apoltronada en el poder.
Pero esta vez la cuestión es distinta y grave. Por menos que eso, por respeto a sus electores y al no tener explicaciones, el Gobernador de Nueva York renunció, sin más.
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