Desde que Chávez empezó febrilmente la campaña con miras a las elecciones regionales y municipales de noviembre después de su derrota el 2D, ha tropezado con los justificados reclamos del pueblo chavista por el incumplimiento de promesas sociales que nunca fueron materializadas por su Gobierno. Chávez se encuentra en sus giras nacionales con muchos desamparados que aún conservan la franela roja pero que ya no le creen y, peor aún, ya no le temen y le reclaman en público los recursos prometidos que nunca han recibido. Por eso con cierto desespero Chávez reconoce públicamente que podría perder la mayoría de las gobernaciones y alcaldías del país. ("Y vienen por mí (... ) Si la oposición gana las elecciones, aquí habrá guerra").
Como desde el 2D su poder real ha disminuido a pesar de controlar todos los poderes públicos que aún le obedecen, de contar con un Alto Mando Militar obsecuente, y de un barril petrolero por encima de cien dólares, Chávez ha decidido pisar el acelerador y, como si ese 2D no hubiese existido, está intentando aplicar los cambios radicales que proponía en la Reforma Constitucional, tales como las comunas socialistas, la confiscación de tierras (a cuyo robo pretenden llamar "rescate"), las "nacionalizaciones" de grandes empresas y la rupestre ideologización curricular. Sin embargo, una vez más el pueblo le salió respondón. La reforma del currículo es rechazada por los gremios educativos, padres, estudiantes y pueblo en general, quienes han demostrado su abierta combatividad estos días.
Si los Chávez se atreven a llevar adelante su propósito, las calles de todo el país hervirán de protestas. La rapiña oficial emprendida contra los productores del Valle del Turbio en el estado Lara, ha levantado en pie de guerra no sólo a los cientos de familias propietarias durante décadas de esos predios, sino al pueblo larense. Voceros oficiales han prometido retirar a los militares y dialogar con los cañicultores. La ruindad expresada en la "visita" de los inspectores del INTI a las fincas del presidente de Fedenaga, Genaro Méndez, y de sus familiares directos en el Táchira y la del vicepresidente Cipriano Heredia en Barinas tiene como fin amedrentar a los ganaderos del país y acabar con tan democrática y combativa organización.
El Gobierno está jugando con fuego porque Chávez se está pareciendo cada vez más a Mugabe, quien convirtió el granero de África que era Zimbabue en el peladero que es hoy, y porque las justas protestas de los sectores agrícola y pecuario pueden recibir adhesiones de todo el país, hartos de un Gobierno que destruye todo lo que toca. Muestre los resultados de su "revolución agrícola" en la que ha gastado miles de millones que han ido a parar a los bolsillos de sus enriquecidos colaboradores. Exhibirá el peladero del Charcote, la estafa de la Marqueseña, el fracaso de los fundos zamoranos, la ruina de las cooperativas y de la "cogestión", como Invepal, Invitex y otros.
Esta semana un aturdido Chávez recibió, en vivo y en directo los reclamos de varios promotores de proyectos impulsados por "el Poder Popular" en la Escuela de Planificación en La Rinconada, en la cual exponían las miserias creadas por la ineptitud y desatención del Gobierno. Allí, en el stand del Guárico, una muchacha le reclamó que había transcurrido un año y los aires acondicionados prometidos en un "Aló" para su escuela nunca fueron enviados. (¡Jesi -grita Chávez al ministro de Telecomunicaciones- encárgate de eso!, con lo cual demuestra el "toerismo" revolucionario). En el puesto siguiente le reclaman a Chávez que las computadoras prometidas en otro "Aló" nunca llegaron a las escuelas bolivarianas del lugar. En otro stand, un muy valiente dirigente indígena, de nombre Juan, quien a pesar de la negativa de Chávez a conversar con él y remitirlo a la ministra de Asuntos Indígenas allí presente, Juan le dijo: "No Presidente, entienda que la revolución no puede hacerse en la oficina". Volviéndose hacia la ministra Juan le preguntó con serenidad: "¿Cómo te llamas tú? porque no te conocemos. Nunca has ido a nuestras comunidades indígenas", para ratificar de nuevo que "la revolución no puede ser en la oficina de Caracas".
Chávez, molesto, llamó "injusto" a Juan y preguntó al equipo presidencial de qué partido eran el alcalde y el gobernador: "del PSUV", le contestaron. Los llamó "desleales", despotricó de la ineficiencia oficial (es decir, de su propia ineficiencia) y dijo lapidario: "Un gobierno revolucionario no puede darse ese lujo, porque eso mata la revolución". A confesión de partes, relevo de pruebas. ¿No fue Chávez acaso quien nombró a los ineptos al frente de los casi 30 ministerios y Chávez quien, con sus enroques, los traslada de un cargo a otro? ¿Y no fue Chávez quien, "a dedo", escogió a "los desleales" que están al frente de alcaldías y gobernaciones?
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