Al final se escogió el camino de las encuestas como el más práctico y menos conflictivo, con resultados satisfactorios que, pese a la derrota, permitieron la presentación de una sola candidatura y una estructura unitaria capaz de aglutinar a los más disimiles sectores de la oposición.
Ese paso de avance se convertiría en uno de los factores que determinaron la victoria del 2 de diciembre y por eso el método de las encuestas ha sido el escogido para el más complejo proceso de selección de 24 candidatos a gobernadores y 330 a las alcaldías.
Ahora, en la acera de enfrente, el chavismo anuncia primarias para escoger sus candidatos, lo cual, en principio, luce como un contrasentido, tomando en cuenta que tal decisión desafía la tradición personalista y caudillesca de una organización donde sólo decide el jefe y los demás obedecen.
En tales circunstancias, ¿es posible elegir democráticamente a quienes, como la experiencia lo demuestra, terminan convirtiéndose en acólitos del jefe y solícitos ejecutantes de sus órdenes? ¿Obedecerá a Chávez un tipo como Henry Falcón o cualquier otro ungido con más del 50% de los votos y no por el dedo todopoderoso ya no tan todopoderoso?
La respuesta es obvia. Los métodos democráticos no se agotan en si mismos y cuando se aplican desde el comienzo de un proceso ya luego resultan imparables. En otras palabras, con las primarias Chávez está enajenando su poder, lo está dividiendo, lo está compartiendo y, en definitiva, lo está perdiendo. Claro, si ganan sus candidatos, que ya no serían los suyos, sino los de la base.
¿Estaría dispuesto a aceptarlo sin chistar? No lo creo. La trampa está montada y la apariencia democrática sólo busca neutralizar una matriz de opinión según la cual Chávez es lo que es, o sea, un déspota. Así, como ya ocurrió con la elección de las autoridades del PSUV, sólo quedarán quienes el quiere que queden y para eso dispuso el mecanismo a través del cual él decide quien va y quien no, en caso de que el triunfador no llegue al 50% o no tenga una ventaja superior a 15 puntos sobre su más cercano adversario.
Así las cosas, ¿aceptará un ganador ser despojado de su triunfo porque el jefe colocó a otro que llegó detrás de la ambulancia? Posiblemente no y allí está el germen de la división. Pero si lo hace, peor aun, porque, entonces, su candidato no tendrá el menor chance ante el adversario de la oposición.
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