Muchas veces hay un punto de no retorno: imagínense tratar de evitar el tráfico agarrando una vía alterna en hora pico, solo para encontrar que esta vía está aún más congestionada. Vamos irremediablemente por el camino equivocado, ya que tratar de corregir el rumbo sería prohibitivamente más costoso.
Intentar predecir el precio del dólar es una tarea ingrata: se puede hacer todo bien y sin embargo dar lejos del blanco, aunque el proyectil encontrará eventualmente su destino.
Esto ocurre porque el dólar depende en gran medida de la errática política comercial del gobierno, que en un momento dejó intencionalmente que el paralelo llegara a más de Bs. 7.000, mientras que ahora utiliza cuantiosas reservas e ingresos en dólares para mantener un cambio artificialmente por debajo de los 3.500, que claramente no es un precio estable.
Lo que es indudable es que no podrá hacerlo indefinidamente. Este es un intento inútil de contener la inflación.
Sin embargo, frenamos sobre suelo mojado: la inflación avanza sin importarle un rábano el dólar bajo, la menor liquidez o la ausencia de créditos.
Nunca debieron dejar que el dólar paralelo triplicara al oficial. Esto lo lograron con una incoherente combinación de trancas en Cadivi y menos dólares en las emisiones, en un ambiente de mucho gasto y muchos bolívares con limitados bienes para comprar. Además agregaron una reconversión monetaria sospechosa por su atolondrada ejecución.
Así se crearon expectativas muy malas sobre el futuro del dólar. El gobierno descuidó el precio del dólar paralelo sin importarle o sin conocer sus evidentes consecuencias sobre los precios. Muchos pensaron que el objetivo era devaluar el dólar oficial a Bs.F. 4,30.
Recientemente se ha tratado de dar marcha atrás, lo cual solo ha conducido a vivir en lo peor de ambos mundos. Ahora Venezuela se ha vuelto un país brutalmente caro, en términos de bolívares y dólares. No vale la pena comprar nada que no sea un dólar. Como ejemplo, un típico apartamento podía costar $100.000 hace un año y hoy pasa los $200.000.
Cruzamos el punto de no retorno: una vez que se dejó subir al dólar paralelo, y se permitió alimentar expectativas inflacionarias, ya es imposible volver al nivel de precios anterior.
Es decir, los precios no bajan con la misma facilidad con la que suben. Para que bajen tendrían que caer los salarios, los cuales sólo bajan en condiciones muy extremas.
Una mayor oferta de bienes pudiera ayudar un poco, y esto es lo que se persigue con un dólar bajo, además de las recientes medidas para automáticamente aprobar órdenes pequeñas.
El problema está en que los venezolanos ya tienen experiencia percibiendo cuando un dólar es insostenible, por lo que en lugar de importar más mercancía para vender, más bien protegen su riqueza quedándose con los dólares. Por lo tanto, el dólar bajo genera más fugas de capital en lugar de más bienes para ofrecer.
Por otro lado, el gobierno recoge liquidez en las emisiones pero vuelve a gastar, haciendo circular nuevamente los bolívares que se convertirán en nuevos demandantes de más y más dólares.
Debido a que el petróleo por encima de $130 es una realidad, el gobierno tiene un amplio margen de maniobra, por lo que puede decidir por cuanto tiempo tratará de corregir el rumbo. Pero más temprano que tarde tendrá que resignarse, suspirar y seguir por la vía alterna: un dólar más caro.
Intentar predecir el precio del dólar es una tarea ingrata: se puede hacer todo bien y sin embargo dar lejos del blanco, aunque el proyectil encontrará eventualmente su destino.
Esto ocurre porque el dólar depende en gran medida de la errática política comercial del gobierno, que en un momento dejó intencionalmente que el paralelo llegara a más de Bs. 7.000, mientras que ahora utiliza cuantiosas reservas e ingresos en dólares para mantener un cambio artificialmente por debajo de los 3.500, que claramente no es un precio estable.
Lo que es indudable es que no podrá hacerlo indefinidamente. Este es un intento inútil de contener la inflación.
Sin embargo, frenamos sobre suelo mojado: la inflación avanza sin importarle un rábano el dólar bajo, la menor liquidez o la ausencia de créditos.
Nunca debieron dejar que el dólar paralelo triplicara al oficial. Esto lo lograron con una incoherente combinación de trancas en Cadivi y menos dólares en las emisiones, en un ambiente de mucho gasto y muchos bolívares con limitados bienes para comprar. Además agregaron una reconversión monetaria sospechosa por su atolondrada ejecución.
Así se crearon expectativas muy malas sobre el futuro del dólar. El gobierno descuidó el precio del dólar paralelo sin importarle o sin conocer sus evidentes consecuencias sobre los precios. Muchos pensaron que el objetivo era devaluar el dólar oficial a Bs.F. 4,30.
Recientemente se ha tratado de dar marcha atrás, lo cual solo ha conducido a vivir en lo peor de ambos mundos. Ahora Venezuela se ha vuelto un país brutalmente caro, en términos de bolívares y dólares. No vale la pena comprar nada que no sea un dólar. Como ejemplo, un típico apartamento podía costar $100.000 hace un año y hoy pasa los $200.000.
Cruzamos el punto de no retorno: una vez que se dejó subir al dólar paralelo, y se permitió alimentar expectativas inflacionarias, ya es imposible volver al nivel de precios anterior.
Es decir, los precios no bajan con la misma facilidad con la que suben. Para que bajen tendrían que caer los salarios, los cuales sólo bajan en condiciones muy extremas.
Una mayor oferta de bienes pudiera ayudar un poco, y esto es lo que se persigue con un dólar bajo, además de las recientes medidas para automáticamente aprobar órdenes pequeñas.
El problema está en que los venezolanos ya tienen experiencia percibiendo cuando un dólar es insostenible, por lo que en lugar de importar más mercancía para vender, más bien protegen su riqueza quedándose con los dólares. Por lo tanto, el dólar bajo genera más fugas de capital en lugar de más bienes para ofrecer.
Por otro lado, el gobierno recoge liquidez en las emisiones pero vuelve a gastar, haciendo circular nuevamente los bolívares que se convertirán en nuevos demandantes de más y más dólares.
Debido a que el petróleo por encima de $130 es una realidad, el gobierno tiene un amplio margen de maniobra, por lo que puede decidir por cuanto tiempo tratará de corregir el rumbo. Pero más temprano que tarde tendrá que resignarse, suspirar y seguir por la vía alterna: un dólar más caro.
2 comentarios:
Tienes un merecido reconocimiento en mi blog. Premio Comprometido en Defensa de la Libertad y la Democracia.
Un abrazo, Martha
Muy honrado, Martha... Y muy agradecido tambien...
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