Las diferencias tocan también a los mandatarios. Electo y reelecto para ponerle fin a la guerra y a las FARC, Uribe no ha perdido el tiempo maquinando pretextos ni excusas. Pese a las graves dificultades que ha enfrentado en su país -y alzándose con hechos concretos ante las críticas-, el Presidente de Colombia puede mostrar resultados incontestables, sin apelar a las fabricaciones tramposas a las que obligan sólo la ineptitud y la incompetencia... En Venezuela, en cambio, la pobreza -por la que Chávez fue electo y reelecto- es tan sólo el leit motiv de la discursología oficialista: la coartada para ampliar el poder de la torpeza y de la incapacidad.
En el centro de ambas situaciones resalta lo que a uno le sobra y al otro le falta: la voluntad política, que es el resultado de la determinación y del genuino compromiso moral... En este plano, las cuentas de Uribe sobresalen en azul, en tanto que las de Chávez están escritas en rojo, el color con que se registran las deudas... No hay dudas de que la revolución del comandante es "roja-rojita". Roja, por su decadente acento ideológico, y "rojita" por la morosidad negligente que la caracteriza.
Como subterfugio para eludir el compromiso, Uribe pudo haberse refugiado en la crueldad y en la complejidad de la guerra. No lo hizo porque ha tenido la disposición auténtica de liberar a su país de la calamidad en que ha estado sumido. Entretanto, nuestra calamidad fue convertida por sus explotadores en una causa postiza secuestrada por la misma ideología que la reproduce. Es paradójico que en Venezuela se empleen los recursos petroleros para multiplicar la pobreza y para financiar el costo de la deshonesta maquinaria propagandística que pretende hacer creer lo contrario... Hasta la misma Ingrid Betancourt ha reconocido que la reelección de Uribe en 2006 ha cobrado sentido con los hechos concretos que allá sustituyen a la palabra. En Venezuela, los hechos gritan lo contrario, mientras nuestra FAN se ridiculiza pronunciando, en su protuberante sobrepeso, el grito de una guerra a la que nunca asistirán.
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