El gesto de William Ojeda resignando su aspiración a la candidatura para la alcaldía del Municipio Sucre no sólo resulta loable en cuanto a su desprendimiento e inteligencia política, sino un signo alentador sobre la madurez de los dirigentes jóvenes quienes, conscientes de que tienen todo el futuro por delante, (ya lo hicieron Juan Pablo Guanipa en Maracaibo y Armando Bricket en Baruta) están consolidando el proceso unitario de la oposición con ejemplar sentido de la realidad y amplitud de miras.
Es así como hasta ahora se ha logrado vencer las antes infaltables disputas por los cargos, la pequeñez de los intereses subalternos y la miopía que ponía fáciles las cosas al adversario. Es cierto, todavía la alianza no ha cristalizado totalmente, pero estos ejemplos parecen ser el principio de una saludable epidemia de realismo político que debe repotenciar la tendencia electoral ya presentida el dos de diciembre del año pasado.
Está claro que el proceso ha sido engorroso y complicado porque las expectativas favorables convocan a una mayor cantidad de opciones, a diferencia de años anteriores, cuando muy pocos querían ser candidatos porque sabían, de antemano, que estaban condenados a la derrota.
Hoy las perspectivas pintan distinto y las esperanzas de un chavismo que nunca como ahora necesita un adversario cociéndose en su propia salsa, se están desvaneciendo. Así, antes que dispersión y por tanto desbandada y abstención, se está confirmando la identificación y crecimiento de un electorado con candidatos que son expresión, no ya del rechazo a un modelo político e ideológico, sino afirmación de una voluntad de cambio que va más allá de los límites tradicionales de unas elecciones regionales.
Si de nada vale una oposición unida por arriba, sin la fuente de poder que representa el apoyo popular, también serviría de muy poco una mayoría dispersa y traicionada por una dirigencia consumida en pugnas estériles.
En esta oportunidad sí se están acoplando todas las piezas y no por casualidad, sino por un cambio de actitud en los políticos, quienes desde hace tiempo estaban siendo emplazados por país que tenía a Chávez como único actor en un monólogo trágico, insoportable e interminable.
Pero ahora, cuando la obra tiene fijado un fin, aun cuando no sepamos (sólo sospechamos) de qué tipo, lo cierto es que los papeles parecen haberse invertido. Ahora es el chavismo el disperso, el desorganizado y dividido por toda clase de luchas intestinas. El portaaviones que otrora era Chávez hace agua por todas partes y más allá del desangramiento interno y de la desbandada, el desengaño y la frustración de diez años de promesas incumplidas se sienten como nunca en lo que alguna vez se llamó el pueblo chavista. ¿Serán ustedes capaces de pelar ese boche?
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