Ya se escuchan las primeras campanadas de alerta: si la oposición no termina de acordarse sobre los candidatos el chavismo, que no vive precisamente su mejor momento, sacará provecho y podrá llenar el vacío que está dejando una pugna insólita entre aspirantes, partidos y diletantes. Con los candidatos del oficialismo en la calle y frente a un electorado que en su mayoría permanece expectante, la coalición de fuerzas opositoras ha dilatado el debate y el enfrentamiento hasta un punto que ya resulta no sólo preocupante sino censurable.
Es hora ya, porque luego será demasiado tarde, de activar las encuestas y presentar sus resultados, apartando subterfugios, pretextos y dilaciones para afrontar la realidad y reconocerla. Si los números no te dan, si te quedaste corto en los cálculos y hay otro mejor posicionado que tú, tienes que dar un paso al costado, cumplir el compromiso y ponerte a trabajar con el mismo entusiasmo que Hillary Clinton le está poniendo a la campaña de Obama. O sin ir más lejos, emular el gesto de gallardía de Guanipa, en Maracaibo y de Bricket, en Caracas, quienes se convierten en un ejemplo a seguir en todo el país, luego de aceptar como válidos unos sondeos que los ponían por debajo de sus oponentes y anunciar el retiro de sus aspiraciones.
Después del triunfo de diciembre y estando cada vez más claro que una mayoría creciente rechaza la propuesta totalitaria de Hugo Chávez, parece mentira que estemos a punto de caer en errores del pasado, cuando la cortedad de miras, los intereses particulares, la pequeñez de espíritu, un egoísmo estúpido y las terquedad abstencionista, echaron por la borda las ilusiones de millones de venezolanos. Después de tantos esfuerzos para recuperar la confianza de los electores (objetivo que se logró el 2 de diciembre) y cuando las circunstancias lucen como las mejores, en una década, no sólo de mejorar la calidad de vida de la población sino de consolidar una opción democrática de largo aliento, la oposición venezolana tiene el deber de cumplir con una responsabilidad ineludible, anunciar acuerdos unitarios irrompibles y recuperar el tiempo perdido.
Es cierto, el chavismo está tan o más dividido aun que la oposición, Chávez ha perdido autoridad (tanto adentro como afuera del partido), proliferan los descontentos entre aspirantes que se sienten burlados y posiblemente candidatos disidentes oficialistas accedan a algunas gobernaciones y alcaldías. Pero más allá de las desgracias y miserias del contrario existe un compromiso cuyo incumplimiento puede dejar al país a la deriva o en manos de un Chávez que una vez más será salvado, in extremis, de su desaparición (política) gracias a sus adversarios.
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