En los últimos días está en efervescencia la reactivación del síndrome "plan b" que de tanto en tanto ataca a un sector de la población; sobre todo aquellos que tienen posibilidades de probar suerte en otros derroteros o bien porque manejan recursos, o porque poseen familiares afuera, o porque tal vez son de espíritu aventurero o, quizás, porque no tienen problema en subemplearse y ampliar el listado de indocumentados sobrevivientes en países que los persiguen o porque simplemente "no aguantan más".
Sin querer juzgar a nadie ya que "cada cabeza es un mundo" y además el miedo es libre (y sin dudas que hay razones para temer), tal vez éste es el momento menos indicado para asumir tal decisión.
¡Nunca es más oscuro que cuando va a amanecer! Y miren que ahorita todo se ve negro.
Pero tomémonos unos minutos para tratar de no ver sólo ese árbol del tipo sauce llorón a la entrada de un cementerio sino ampliar el horizonte a todo el bosque.
Justo cuando apreciamos que el Gobierno huye hacia delante y lo consideramos más fuerte, borracho de prepotencia al querer imponernos a contrapelo una reforma que ya rechazamos es, precisamente, cuando mayor debilidad tiene. ¿Las estatizaciones? Otra medida que lejos de hacerlo más fuerte y poderoso lo llevarán a una situación de extrema ingobernabilidad. Chávez quiere mandar mucho, controlarlo todo y durar por siempre. El detalle está en que esas tres opciones lo ponen, precisamente en el camino contrario.
Una cosa es enunciar las órdenes de los "a mí se me ocurren" de las tres de la madrugada y otra, muy distinta, es que realmente se cumplan. La mediocridad, la corrupción y la ineficiencia dejan que esa "voz de mando" se extinga como "el eco adormecido de ese lamento". El controlarlo todo, igualmente lo lleva a no poder con nada. Las abuelas son sabias y califican eso como "el que mucho abarca, poco aprieta". Finalmente el "uh, ah, Chávez no se va" es un corito que cada vez se escucha menos entre los rojo rojitos. La fecha de vencimiento es el 2012 y sólo los más obsecuentes son los que se atreven a proponer lo de la reelección indefinida.
Así que este socialismo trasnochado impuesto a la fuerza tiene mala estrella. Nació de espaldas al pueblo y éste a su vez le hará lo propio. A eso súmenle las quejas y reclamos socioeconómicos que cada día se manifiestan en las calles y, como corolario, el asunto de la inseguridad.
Con todo respeto, no es el momento de la huida por más lógico que esto parezca. No hay nada más triste que perder por no acudir al juego. Nadie dijo que esto sería un jardín de rosas, pero, sin duda alguna, estamos en el deber de sembrarlas.
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