Si bien hay que darle la bienvenida a las palabras de reparación pronunciadas por Chávez, así como sus gestos de reprender a Lina Ron y ordenar (sí, ordenar) a la Fiscalía que pongan preso al jefe de La Piedrita, tampoco hay que chuparse el dedo y dejarse llevar por lo que, a todas luces, no resulta algo distinto a un paso táctico en la estrategia electoral con miras al próximo domingo.
Acostumbrados, como estamos, al Chávez atrabiliario-arbitrario que nunca reconoce nada al adversario y utiliza todo su poder para pasarle por encima, el Chávez conciliador, el Chávez justo que se pone por encima de su bandería para asumir su papel de líder unificador, resulta una bocanada de aire fresco y una agradable sorpresa. Que regañe a Lina Ron, que le ponga un parao a los violentos y reconozca como inaceptable las amenazas de muerte contra Marcel Granier, seguramente deben haber despertado una cierta onda de simpatía y de reconocimiento. El Chávez probo, el Chávez pacífico, el bueno de Chávez, figúrese usted, es capaz de reconocer sus errores, de rectificar e incluso de saludar por teléfono a sus adversarios. "¿Y entonces, Stalin? ¿Cómo está la vaina, pana?
Pero cuidado. Tampoco hay que agudizar demasiado el ingenio para detectar las verdaderas intenciones de está súbita y profunda transformación que no sabemos cuánto le puede durar, aunque nos imaginamos llegará, cuando mucho, a la noche del 15 de febrero. Primero porque si ahora Lina Ron y Valentín Santana son unos anárquicos y contrarrevolucionarios, él, el padre de la criatura, quien los alentó, quien les permitió armarse y los azuzó para lanzar bombas, profanar templos y cometer toda clase de desmanes, amparados en una total impunidad, él debe ser el primero en someterse a la autocrítica y reconocer sus actitud contrarrevolucionaria.
Por supuesto que no lo hará, no sólo porque su ego se lo impide, sino porque, en el fondo, a su conciencia le importa un bledo lo que Ron y Valentín (ahora echados al pajón sin el menor remordimiento) hagan o dejen de hacer. Su actuación estaba sujeta a una estrategia (sembrar el miedo, la intimidación y el terror), pero o porque se les pasó la mano o porque ya la gente se cansó del chantaje, el método nos les resultó y ahora, en la recta final de la campaña, las encuestas, aquellas que no publican, les está diciendo que ponga marcha atrás, que el lobo se transfigure en corderito.
Eso es todo. Los números no terminan de cuadrar. El 15F está demasiado cerca. Hay que cambiar de máscara. Claro, una vez más subestiman la inteligencia de los electores y la transfiguración termina convirtiéndose en revelación por lo burdo y abrupto de un cambio en el cual nadie cree, a la postre perjudicial porque antes que darle votos se los va a quitar. Escucha Huguito, corderito, pareces que perdiste el caminito.
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