30 marzo 2009

Resistencia

Ante lo que estamos viviendo, esta arremetida estatizadora, centralizadora, en la que la política del miedo y la persecución judicial ya se aplica sin ningún tipo de rubor, en la que la libertad sindical y gremial están amenazadas como en todos los gobiernos autoritarios sean de izquierda o de derecha, en la que el término "democracia" está quedando reducido al "acto de votación" en unos eventos electorales en los que la "igualdad de condición" es sólo un mito y en los que la presión se impone en todas las instancias; ante esta ausencia de instituciones independientes en las que sólo vale la adulancia y el "tuquequismo" ante lo que diga el Jefe máximo como "manual de procedimiento", ante esta ejecutoria tan obsecuente de la Fuerza Armada poniéndose al servicio de los deseos de un hombre y no del país y su Constitución, ante unas "medidas económicas" que sólo buscan "ganar tiempo" esperando que la ruleta de los precios del petróleo le sean favorables pero llevándonos a todos por el desaguadero, la alternativa democrática encarnada en sus gobernadores y alcaldes se atrevieron la semana pasada a usar un término justo y correcto ante este nuevo escenario: resistencia. Ahora, ¿qué implica asumir este capítulo de emergencia? Allí está el detalle. Porque si por "resistencia" entendemos una rueda de prensa en el salón de un lujoso hotel, con aire acondicionado y con la cobertura segura de los medios, no estarían haciendo nada que ya no se haya conocido. Poco más o menos el mismo ritual que hacemos casi todos los días, cuando nos tomamos el café mañanero leyendo el periódico y le decimos al que tenemos al lado lo típico: "esto está muy mal. Esto ya es inaguantable. ¿Hasta dónde vamos a llegar?". Y lo peor es que siempre el Gobierno llega más lejos, porque a pesar de lo malo que todos (o casi todos), decimos que está "todo", ese "todo" puede ponerse aún peor. Sin embargo, el que los principales líderes de la oposición se atrevan asumir la realidad en la que estamos por más dura y difícil que sea y en la cual los sacrificios por venir serán cada vez mayores ya es un paso adelante, mas no suficiente. Porque el detalle está en que hay una parte del país que no se ha dado cuenta que ya esto no se llama "democracia" y que tal vez no le importe demasiado ese cambio de escenario. Es a esa parte del país al que hay que hablarle en sus propios escenarios, en su cotidianidad, en su día a día. Más allá de las ruedas de prensa y las cámaras de televisión hay unas calles que caminar, unas rutas que recorrer por ese país profundo, utilizado y luego sempiternamente olvidado. El otro punto es si los que están al tanto de lo que está pasando y sus consecuencias asumen también el término "resistencia" con la trascendencia de lo que ello implica o se quedan "tan tranquilos" porque ya hay alguien que lo dijo por TV. Cuando se utiliza un término tan grave y no se actúa en consecuencia se banaliza el discurso y sobreviene una pérdida de la credibilidad. Sin duda el peor de los escenarios, porque se aniquila también la esperanza y el empuje para seguir luchando.

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