De tanta aclamación soberana del pasado, de tanta encuesta registrando su aparente invencibilidad, de tanta propaganda para consagrarlo como el redentor de los pobres, de tanto truco para "ganar" elecciones por paliza, y con tan abultada petrochequera para financiar un ejército mercenario de aplaudidores continentales, Chávez se creyó un titán, es decir, el gigante mitológico dispuesto a asaltar el cielo. Seguramente que nuestro "titán" criollo nunca leyó a Heráclito, quien en el período presocrático anunciaba el principio de un universo en devenir perpetuo. Es decir, que no hay nada inmutable, ni eterno, sino en constante movimiento y transformación.
El tiempo, la ineptitud y la corrupción han dado al traste con el espejismo copiado de otro infame titán que ha sometido al pueblo cubano al hambre y a la represión. Aunque antes de llegar Fidel en Cuba había una dictadura, sin embargo en 1958 la isla ocupaba el tercer puesto entre las naciones más desarrolladas de América Latina (AL), después de Argentina y Uruguay, y el número 25 en el mundo. Cuba contaba entonces con una alfabetización superior al 90% y con uno de los mejores sistemas de salud pública (el número tres a nivel mundial en cantidad de médicos y camas por persona). Su tasa de mortalidad era la más baja del planeta (5,8%), muy por debajo de países como EEUU (9,5%) y Canadá (7,6%). La mortalidad infantil era la más baja de AL. En materia nutricional (consumo de calorías per cápita) Cuba se ubicaba en el puesto 26 en el mundo y en el número 13 a escala mundial en kilómetros construidos de vías ferroviarias y carreteras. En número de automóviles, televisores y radios registraba el segundo puesto en AL. Su pujante clase media representaba el 40% de la población. Hoy, 50 años más tarde, el pueblo cubano vive hacinado en las ruinas de las viviendas construidas antes de la Revolución y está sojuzgado por un régimen tiránico que le ha sometido al hambre y a la pobreza más extrema.
Por ese camino transita hoy Venezuela. Las decisiones tomadas por Fidel Castro durante los dos primeros años de su sanguinaria dictadura, están siendo copiadas al carbón por Chávez: supresión de la propiedad privada hasta llegar a la completa estatización; control férreo de "los aparatos ideológicos de Estado", es decir, de las leyes, la educación, las creencias (la religión) y los medios de comunicación. Además de la ideologización y control de los aparatos represivos (policías y militares). Pero una cosa piensa el burro y otra quien lo va a montar. El empeño de Chávez en suprimir sindicatos y contratos colectivos logrados por años de lucha de los trabajadores venezolanos, enfrenta el difícil escollo de unos dirigentes sindicales levantiscos y organizados, Pdvsa y las empresas de Guayana tendrán que ser recapitalizadas y el gobierno deberá atender sus reclamos, so pena de enfrentar a millones de trabajadores, sus familias y adherentes solidarios. Su terco propósito de acabar con la propiedad privada choca con la arraigada creencia de todas las clases sociales a favor de lo que es suyo, así sea poco. Los habitantes de los ranchos no se tragan que "ser pobre es bueno". La ideologización de la educación para crear borregos que griten "Chávez, socialismo o muerte" se estrella contra la roca de padres y representantes de la Iglesia y gremios. La apabullante propaganda oficial no logra edulcorar la inflación, desabastecimiento, desempleo e inseguridad. Más de 150 mil crímenes registrados en la década de 1999 a 2009 (en contraste con los 30 mil de la década anterior) hablan del fracaso gubernamental para garantizar la vida de los venezolanos. La cacareada consigna sobre la distribución social de la riqueza se revela como falsa, al comprobar (Luis Pedro España) que la ola de movilidad social impulsada por el crecimiento económico de 2004 a 2008 fue aprovechada por quienes estaban preparados para captar la renta petrolera (sobre todo los boliburgueses) y no por los pobres. El gobierno carece de una política de distribución del ingreso que llegue a las capas más empobrecidas. "Es un mito que este sector haya sido el más favorecido", dice España: "la calidad de vida de las familias en pobreza extrema ha empeorado. Hace 10 años 9% en esta condición habitaban en viviendas con piso de tierra; ahora son 22%". Con $900 mil millones. recibidos durante su década de Gobierno, Chávez es el mandatario que menos viviendas ha construido.
Por eso, ahora quiere enmudecer a la radio y a la televisión críticas. Que los periodistas no cuenten los muertos del fin de semana; ni los millones de dólares que ha dilapidado en Honduras y a favor de Fidel, Evo y de sus otros compinches. Que no se hable de corrupción y desempleo. Que no se publiquen las encuestas en las que Chávez se desliza en picada por el tobogán del desamor popular. Tarea inútil. Chávez no podrá detener el devenir perpetuo.
Marta Colomina
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