El anuncio de la MMC-Venezuela sobre su retiro del país y el consecuente cierre de su planta en Anzoátegui, revela que la corporación de origen japonés no pudo sobreponerse a la debacle industrial que envuelve a la economía venezolana, tanto la privada como la estatal.
El caso de la Mitsubishi pasa a engrosar el largo inventario de grandes empresas internacionales que han resuelto terminar sus operaciones en Venezuela, porque el ambiente jurídico-económico-laboral que se desprende de la "chavoeconomía" --como dice Teodoro Petkoff--, hace imposible su permanencia entre nosotros.
Inventario que tiene una no menos larga lista de espera, en la cual figuran otros establecimientos automotrices, farmacéuticos, textiles, agro-alimentarios, energéticos y comerciales, que se encuentran entre la espada y la pared de la supervivencia.
El ministro del ramo, Jesse Chacón, advierte que la despedida de Mitsubishi no tiene nada que ver con el Gobierno nacional... Curiosa declaración, ya que el régimen que él representa se ufana en controlar las leyes, las divisas, los sindicatos oficialistas, la permisología, los precios, los concesionarios, las importaciones de insumos, el aumento de regulaciones y, en fin, todo lo conducente a erigir ese enmarañado delirio que llaman "socialismo económico del siglo XXI".
¿Quién pierde más con la salida de Mitsubishi? En primer lugar sus 3.500 trabajadores directos y los miles más de venezolanos, cerca de 21.000, cuyos empleos son indirectos o relativos a su labor industrial y comercial. También las 27 concesionarias y ni hablar de las decenas de miles de propietarios de vehículos. Para la economía anzoatiguense es un duro golpe, uno adicional a su menguada situación.
Y desde luego que perderá el Fisco por los impuestos que dejará de percibir, y sobre todo porque los prestamistas del Estado nipón reforzarán sus ya onerosas condiciones para desembolsar dinero fresco a cambio de la hipoteca petrolera de la Faja del Orinoco.
Y mientras esto ocurre, el señor Chávez continúa su amenaza de desterrar a las empresas colombianas que laboran en Venezuela, de expropiar a buena parte del sector alimentos, de clausurar a más de 200 emisoras radiales, de redoblar los controles sobre precios y producción, y en pocas palabras de seguir corroyendo la actividad productiva endógena en aras de las importaciones exógenas. ¡Y todo en nombre de la soberanía nacional!
Hoy Mitsubishi dice Sayonara, y mañana otras empresas dirán Bye Bye, o Au revoir, o Addio, o Auf wiedersehen... Se instalarán o incrementarán sus inversiones en países vecinos, y Venezuela seguirá perdiendo puestos de trabajo y capacidad económica y social. Ese camino de destrucción es el que merece un sayonara.
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