Con el paso del tiempo aquellos hechos que en su momento nos impactaron los vemos con la frialdad de la distancia, en su justa medida. A uno de mis príncipes le mandaron a hacer en el colegio un trabajo sobre un personaje histórico. El asignado por la maestra fue Carlos Andrés Pérez. ¡Qué jugarretas las del tiempo! Si hubiera tenido que orientar a mi hijo en aquellos años que, como reportera de la fuente viví con intensidad, quizás el balance hubiese sido algo distorsionado. La pasión, el entorno, la indignación ante lo injusto, la poca estimación de lo que evidentemente fueron alcances tal vez hubieran prevalecido. Pero el tiempo pasa y no sólo nos vamos poniendo viejos como dice la canción sino que también vamos valorando cosas que en su momento la dábamos por sobreentendidas. Por ejemplo: la democracia, la separación de poderes, la libertad de expresión (con sus bemoles), amén de la relativa seguridad tanto personal como jurídica. En cuanto a la economía aunque vivimos tiempos difíciles la percepción era que mucho dependía de ti mismo. Si trabajabas y le echabas mucho pichón la empresa en la que laborabas o la tuya propia saldría bien parada. En definitiva: pese a todas las críticas justas y no tan justas había percepción de futuro. No fue fácil explicarle a mi hijo cómo (para bien o para mal, con justicia o injustamente) en aquel momento, a ese personaje, siendo Presidente lo juzgó un tribunal y salió del poder, no por las armas (como intentó sacarlo quien hoy rige el destino de la nación, sino por la acción de las instituciones. "¿Y el que manda no es el Presidente?", Preguntó mi peque con la lógica de LO ÚNICO QUE HA VISTO). "No solamente él. En democracia el poder está repartido, hay contrapesos", respondimos. Lo cierto es que el tema del trabajo escolar nos dio la excusa para que su papá y yo le habláramos del "deber ser" y no de esta distorsión y perversión de lo que han dado a llamar como una democracia "participativa y protagónica" con la realidad de que quien participa y protagoniza es un solo personaje. En definitiva: eso no es democracia.
Sí, es una anécdota personal, pero este cuento cotidiano me dejó varias moralejas. Primero: la historia definitivamente hay que analizarla con el paso del tiempo para tener su justa percepción. Segundo: hay que aprovechar cualquier oportunidad para hablarles a nuestros hijos sobre el pasado de nuestro país, que ellos sepan que sí, que se cometieron muchos errores pero que también hubo muchos aciertos. Básicamente que Chávez no es el alfa y el omega, el principio y el fin y tercero: que a pesar de las preocupaciones, las tristezas y la terrible incertidumbre que tenemos sus papás la Historia nunca se detiene y que afortunadamente siempre hay un mañana, aunque a veces cueste verlo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario