29 agosto 2010

El horror que Chávez quiere esconder

Hace semanas que la cronista intenta escribir sobre lo que un gobierno decente y capaz podría haber hecho con la reciente bonanza petrolera cuyos excedentes presupuestarios, lejos de haber sido ahorrados para enfrentar los tiempos de vacas flacas que sufrimos en la actualidad, Chávez dilapidó en aportes ilegales para sus amigos políticos externos, corrupción y compra de chatarra bélica, además de incrementar irresponsablemente la deuda interna. Queríamos demostrar que la Venezuela de Chávez pudo haber sido financiera y socialmente tan exitosa como Noruega, país que con una producción petrolera de 2,5 millones de barriles diarios ha sido capaz de ahorrar en su fondo de estabilización macroeconómica más de 600 mil millones de dólares, razón por la cual los noruegos no han sentido la crisis.

La emergencia democrática surgida de la brutal censura impuesta por Chávez a los medios críticos del país, especialmente a los periódicos El Nacional y Tal Cual, se ha impuesto sobre cualquier otro tema. Por publicar el primero una fotografía de lo que ocurre todos los días en la Morgue de Bello Monte, y por solidarizarse el segundo con El Nacional y reeditar la gráfica que ha dado la vuelta al mundo, fueron sancionados a no publicar durante un mes (el tiempo que dura la campaña de las elecciones parlamentarias) ninguna imagen "sangrienta" o "grotesca", mientras el pueblo se pregunta qué hay más sangriento que la complicidad y desidia oficial ante los 16 mil crímenes evitables al año, o qué hay más grotesco que unos poderes públicos arrodillados ante un autócrata ahíto de poder.

Según la percepción de Chávez, mientras en Venezuela haya libertad de expresión estará en juego su vida política: "si no fuera por los medios privados yo tendría 80% de popularidad", dijo hace días. Silogismo que solo conduce a "luego si cierro o censuro esos medios reinaré hasta el fin de mis días". Por eso acelera cada vez más los mecanismos de acoso a los medios que le permitan alcanzar la "hegemonía comunicacional" sin la cual su proyecto comunista no puede sobrevivir, como anunciase su carcajeante Izarra. Queda claro entonces que con el cierre y censura de medios Chávez cree fortalecerse, mientras que la percepción ciudadana es que si nos tapian las cada vez más escasas ventanas de un periodismo libre, desaparece nuestro derecho a ser informados sobre lo que Chávez quiere esconder, que es, justamente, lo que más nos agobia como ciudadanos. "Cifras de escalofrío: en Venezuela hay 46 secuestros al día", nos dice El Nacional del pasado domingo, en gesto de rebeldía contra la censura. Y añade: "de julio del 2008 a julio de 2009 se produjeron 16.917 secuestros, en su mayoría exprés". ¿Chávez, su ministro del Interior y la vergonzante Defensora del Pueblo han mostrado alguna preocupación pública al respecto? ¿Han visto esa información en alguno de los medios chavistas? ¿Se enteraron a través de un parte oficial del tiroteo en Fuerte Tiuna en el que resultaron muertos dos oficiales y varios heridos a manos de un soldado armado con un AK 103, que se dio a la fuga, o a través de Internet y de los medios privados?

La cronista lo ha dicho desde que el inepto parlanchín tomó por asalto los medios a través de sus interminables cadenas y luego fue creando medios propios y cerrando (RCTV, Circuito Belfort) o acosando (Globovisión, El Nacional y Tal Cual) a los medios críticos. A Chávez no le importan la corrupción de sus acólitos, ni los miles de venezolanos asesinados o secuestrados al año: lo que quiere es que esos crímenes no se sepan. Por eso quiere enmudecer a los medios.

Cuanto más reprima, más medios y comunicadores espontáneos saldrán por Internet y por cuanto artilugio ponen las nuevas tecnologías al servicio de la verdad (sin olvidar radio bemba). Esta semana la prensa mundial ha difundido señales inequívocas de que Chávez quiere acallar a los medios para que no divulguen el infierno en que ha convertido a Venezuela (El País, El Mundo, ABC y La Razón de España; de otros muchos países y agencias internacionales). "Shooting Gallery" ("Galería de Tiro") titula The Economist un reporte sobre el crimen en Venezuela que ilustra con la fotografía de El Nacional, a la que titula como: "El horror que Chávez quiere esconder". Dice The Economist que "las posibilidades de recibir un disparo en Caracas pueden ser más grandes que en cualquier lugar del mundo", al mencionar "la bala fría" recibida por la jugadora de Hong Kong durante el campeonato de beisbol femenino en Fuerte Tiuna. Cita la cifra récord de 220 crímenes en Caracas por cada 100 mil habitantes, más alta que la de Ciudad Juárez en plena lucha del narcotráfico. Y pensar que cuando el Mesías rojo vino a "salvarnos" esa cifra era siete veces menor.


Marta Colomina
El Universal

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