Hoy millones de venezolanos habrán madrugado para dirigirse a los centros electorales y elegir a los diputados que les representarán en la nueva Asamblea Nacional, organismo que, siguiendo el legado histórico de Montesquieu, deberá ejercer el balance y contrapeso de los demás poderes públicos, particularmente del Ejecutivo, como ocurre en las democracias del mundo. Diputados, además, que deberán estar atentos a los problemas y necesidades del pueblo al cual representan, a la par que aprobar leyes que el país reclama y necesita. No sea usted uno de quienes aún no han salido de sus casas porque no están convencidos de la utilidad de la AN. Bástele saber que fue el nacimiento del Parlamento la primera señal del debilitamiento de los regímenes absolutistas (monárquicos, para la época) y que ha sido la garantía del buen funcionamiento de los gobiernos cuyas actuaciones sigue atentamente, para garantizar el cumplimiento de los fines para los cuales fueron elegidos, sobre todo el respeto a la Constitución y las leyes. Vaya a votar y lleve con usted a sus allegados renuentes. Se sentirán mucho mejor si cumplen con ese deber democrático. No hay cosa peor que arrepentirse de algo que pudimos haber hecho y no hicimos, sobre todo cuando comprobamos las consecuencias de nuestra omisión.
Hoy 26S el CNE ha establecido normas que prohíben textos y transmisiones propagandísticas a favor o en contra de los partidos y candidatos que participan en la elección. Se puede, sí, instar a los electores a sufragar por los candidatos de su preferencia y motivarlos sobre la importancia de elegir a quienes establecerán los controles imprescindibles que existen en todo sistema democrático tipificado por la separación e independencia de los poderes. Sin embargo, a propósito de los graves asuntos que deberá enfrentar el Gobierno una vez pasado el Rubicón de las elecciones parlamentarias, sea cual fuere su resultado, sí podemos preguntarnos: ¿después del 26S, qué?
Mientras las economías de América Latina crecen, la de Venezuela, a pesar de su riqueza petrolera, lleva cinco trimestres consecutivos cayendo y todo parece indicar que el 2010 concluirá en negativo. Han crecido hasta las economías más pobres, como la de Bolivia y Ecuador (aunque algunos lo atribuyen a las jugosas ayudas recibidas de su "pana" ideológico). No caben excusas como la "crisis del capitalismo" o la "caída de los precios petroleros", porque el barril está al envidiable promedio de $70 y porque en todos los países con petróleo ha subido su economía, menos en Venezuela. En el sector comercio las ventas cayeron 40% y el empleo se redujo en un 13%. La producción industrial cayó un 5,5% (según cifras del BCV), la situación agrícola es ruinosa (por las confiscaciones) y están sin trabajo más de cuatro millones de venezolanos. Aunque Venezuela ha tenido ingresos por más de $ 990 mil millones, al finalizar 2010 tendrá una deuda externa superior a $ cien mil millones y una Pdvsa descapitalizada que volverá a emitir en breve deuda por $ 3 mil millones, sin que hayan arrancado los planes de la Faja, hipotecada a China en condiciones que los venezolanos ignoramos. Colombia creció un 4,3% (su comercio un 4,9%, a pesar del cierre de la frontera venezolana). Perú y Chile (este último a pesar del destructor terremoto) crecieron 9% y 8 % y han crecido también Brasil, Uruguay, Paraguay y otros. Solo el mísero Haití (asolado por su pobreza eterna y el brutal terremoto) y la despilfarradora Venezuela, registran caídas en su economía, caracterizada esta última por la inflación más alta del continente (Fedecámaras calcula 35% al concluir el año).
Veintiséis destacados economistas venezolanos, entre quienes se cuentan los nada "capitalistas" Héctor Malavé Mata y Héctor Silva Michelena, acaban de publicar un documento con advertencias al Gobierno sobre la "severa contracción de la economía y alta inflación en medio de un aumento del precio petrolero". Acusan la "sorprendente desviación de más del 50% de los ingresos por exportación de Pdvsa a fondos y cuentas en el exterior" y señalan los enormes niveles de endeudamiento y "los errores de política gubernamental cometidos en base a la orientación socialista radical, que han empeorado la situación de Venezuela". Unamos a cóctel tan explosivo los continuos apagones, el colapso del Metro y de las empresas de Guayana, los empleados públicos exigiendo aumentos salariales y contratación colectiva, las quejas de los damnificados reclamando las casas nunca construidas y el incremento de las cifras mortales de los fines de semana, y entonces entenderemos por qué, quien está obligado a solucionar problemas tan ingentes, prefiera sumergirse irresponsablemente en el adelantado Rubicón electoral de 2012.
Hoy 26S el CNE ha establecido normas que prohíben textos y transmisiones propagandísticas a favor o en contra de los partidos y candidatos que participan en la elección. Se puede, sí, instar a los electores a sufragar por los candidatos de su preferencia y motivarlos sobre la importancia de elegir a quienes establecerán los controles imprescindibles que existen en todo sistema democrático tipificado por la separación e independencia de los poderes. Sin embargo, a propósito de los graves asuntos que deberá enfrentar el Gobierno una vez pasado el Rubicón de las elecciones parlamentarias, sea cual fuere su resultado, sí podemos preguntarnos: ¿después del 26S, qué?
Mientras las economías de América Latina crecen, la de Venezuela, a pesar de su riqueza petrolera, lleva cinco trimestres consecutivos cayendo y todo parece indicar que el 2010 concluirá en negativo. Han crecido hasta las economías más pobres, como la de Bolivia y Ecuador (aunque algunos lo atribuyen a las jugosas ayudas recibidas de su "pana" ideológico). No caben excusas como la "crisis del capitalismo" o la "caída de los precios petroleros", porque el barril está al envidiable promedio de $70 y porque en todos los países con petróleo ha subido su economía, menos en Venezuela. En el sector comercio las ventas cayeron 40% y el empleo se redujo en un 13%. La producción industrial cayó un 5,5% (según cifras del BCV), la situación agrícola es ruinosa (por las confiscaciones) y están sin trabajo más de cuatro millones de venezolanos. Aunque Venezuela ha tenido ingresos por más de $ 990 mil millones, al finalizar 2010 tendrá una deuda externa superior a $ cien mil millones y una Pdvsa descapitalizada que volverá a emitir en breve deuda por $ 3 mil millones, sin que hayan arrancado los planes de la Faja, hipotecada a China en condiciones que los venezolanos ignoramos. Colombia creció un 4,3% (su comercio un 4,9%, a pesar del cierre de la frontera venezolana). Perú y Chile (este último a pesar del destructor terremoto) crecieron 9% y 8 % y han crecido también Brasil, Uruguay, Paraguay y otros. Solo el mísero Haití (asolado por su pobreza eterna y el brutal terremoto) y la despilfarradora Venezuela, registran caídas en su economía, caracterizada esta última por la inflación más alta del continente (Fedecámaras calcula 35% al concluir el año).
Veintiséis destacados economistas venezolanos, entre quienes se cuentan los nada "capitalistas" Héctor Malavé Mata y Héctor Silva Michelena, acaban de publicar un documento con advertencias al Gobierno sobre la "severa contracción de la economía y alta inflación en medio de un aumento del precio petrolero". Acusan la "sorprendente desviación de más del 50% de los ingresos por exportación de Pdvsa a fondos y cuentas en el exterior" y señalan los enormes niveles de endeudamiento y "los errores de política gubernamental cometidos en base a la orientación socialista radical, que han empeorado la situación de Venezuela". Unamos a cóctel tan explosivo los continuos apagones, el colapso del Metro y de las empresas de Guayana, los empleados públicos exigiendo aumentos salariales y contratación colectiva, las quejas de los damnificados reclamando las casas nunca construidas y el incremento de las cifras mortales de los fines de semana, y entonces entenderemos por qué, quien está obligado a solucionar problemas tan ingentes, prefiera sumergirse irresponsablemente en el adelantado Rubicón electoral de 2012.
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