Marcos Evangelista Pérez Jiménez (nacido en Michelena, Estado Táchira el 25 de abril de 1914, murió el 20 de septiembre de 2001 en el exilio en Alcobendas cerca de la ciudad de Madrid, España) fue un militar y político venezolano. 42º Presidente de Venezuela entre 1952 y 1958.
A 49 años del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez y a pocos días del octavo aniversario de la entronización de Chávez, el país se apresta a entrar en lo que se anuncia como un cambio total del sistema político, social y económico, en medio de la incertidumbre y de la división, a diferencia de la alborada del 58, cuando la voluntad nacional se fundió en un solo propósito de reestablecer el régimen de libertades y democracia que apenas se había alcanzado a presentir en la década de los 40.
Eso es, por lo menos, lo que se desprende de la caracterización que hace el ex presidente de la Copre (Comisión para la Reforma del Estado), Ricardo Combellas, al contrastar ambos momentos y sus características: "El primer recuerdo que me suscita el 23 de Enero de 1958 es la espontánea explosión de alegría que se apoderó ese día del pueblo venezolano por encima de las clases sociales y de las banderías políticas. La libertad reconquistada era un don demasiado precioso que bien valía disfrutar y promover. Es lo que se ha llamado con justeza "el espíritu del 23 de Enero", convertida en fecha señera de la historia patria".
Un beneficio político básico que Combellas encuentra como consecuencia de ese "espíritu del 23 de Enero" es que, "a partir de entonces aprendimos, pese a todas las dificultades, a convivir en democracia, a tolerarnos, independientemente de nuestras diferencias, apreciando a nuestro adversario no como enemigo para eliminar, sino como un competidor leal y a erigir unas reglas de juego consensuadas que tuvieron su expresión más acabada en la Constitución de 1961, a la que nadie puede arrebatar el inmenso mérito de su durabilidad y, por encima de todo, la superación de la prueba, por primera vez en nuestra trayectoria republicana, de la sucesión pacífica al poder, test de fuego del principio de la alternabilidad".
Combellas señala que "este 23 de enero de 2007 nos obliga a reflexionar sobre las lecciones de la efeméride, lo que se conserva y lo que se ha perdido, lo muerto y lo vivo que de ella sobrevive en nuestra conciencia cívica porque, decía Michelet en frase célebre que "quien quiera atenerse al presente, a lo actual, no comprenderá lo actual".
A su juicio, el futuro democrático del país se encuentra comprometido ante la anunciada reforma de la Constitución, incluida la reelección presidencial indefinida porque, "visto desde hoy, el 23 de Enero de 1958 arrostra un inmenso desafío. La libertad, recuperada en lo esencial y con el compromiso de llenarla de vitalidad, se encuentra en peligro. Agostándose inmisericordemente ante el pensamiento y el partido únicos, el miedo y el estatismo. Asimismo, el afán de construcción institucional que acicateó "el espíritu del 23 de Enero" naufraga ante la concentración del poder, la tentación autoritaria y el personalismo político, aparentemente perdida la capacidad de asombro de la ciudadanía frente al eventual quiebre del principio de alternabilidad, gracias a la "urgencia de la reforma integral y profunda de la Constitución ", como lo resaltó el Presidente, la misma que se ufanó en proclamar como la mejor Constitución del mundo, con el fin de establecer una magistratura perpetua y por añadidura sentar las bases del "Socialismo del Siglo XXI". Todo ello haciendo mofa del poder constituyente originario, único poder legitimador para afrontar una modificación de tal naturaleza.
No obstante, el profesor de Derecho Constitucional rastrea las taras de un sistema político que terminó derrumbándose para señalar a los responsables: "El 23 de Enero se asocia en nuestro imaginario colectivo en preservar y fortalecer las libertades, pero también ha sido el gran fracaso de las élites que monopolizaron su legado, de construcción de una democracia social donde floreciera el bien común como supremo propósito de nuestra mejor tradición republicana.
En suma, una efeméride que engarza con los momentos estelares del devenir nacional y que martilla con dureza nuestros afanes, inconsecuencias y debilidades".
Pese a ese fracaso indicado por Combellas, cuyas primeras manifestaciones se hicieron sentir en fenómenos como la abstención electoral, ya a principios de la década de los 80, fue advertido a tiempo por algunos sectores políticos que lograron, la creación de la Copre no sin superar muchas trabas y sobre todo la roña conservadora de los gobernantes del momento, negados, en principio, a modificaciones en los mecanismos y distribución del poder.
Carlos Blanco, quien fuera presidente de la Comisión durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, recuerda la opinión que sobre la obra de este organismo diera su primer presidente: " Al decir de Ramón J. Velásquez, la descentralización resultó la más grande reforma del siglo XX venezolano y fue así como una consigna que había inspirado luchas sangrientas en la historia de Venezuela, pudo hacerse en paz."
A juicio de Blanco, desde su inicio, en 1984, la Copre se concentró en un esfuerzo plural donde participaron todos los partidos políticos (incluidos algunos que hoy apoyan a Chávez), intelectuales, empresarios, sindicalistas y militares: "Allí se diseñó la más importante transformación del Estado moderno venezolano a través de un conjunto de propuestas que contemplaban reformas políticas de los partidos y del sistema electoral. Descentralización (elección de gobernadores y alcaldes, transferencias de competencias y creación del ámbito para la participación ciudadana). Reforma administrativa (profesionalización de la gerencia pública y simplificación de los procedimientos administrativos). Reforma judicial (modernización de los tribunales, dignificación de la carrera judicial, lucha contra la corrupción judicial y cambio total del sistema penal penitenciario). Y finalmente la conversión del proceso de formación de políticas públicas en los ámbitos social, educativo, cultural, científico, tecnológico, económico y el de participación ciudadana".
Recuerda que que el período de 1984 a 1988 fue de debate nacional y de promoción de los temas de la reforma en todo el país: "La campaña del 88 se centró en los temas propuestos por la COPRE y los dos candidatos con mayor opción de victoria, Carlos Andrés Pérez y Eduardo Fernández, junto a los demás, se comprometieron con el programa reformador. Ya en agosto de 1988, en plena campaña, se había logrado el apoyo de los partidos para la ley de Elección y Remoción de los Gobernadores, aprobada por el Congreso.
Con el gobierno de CAP se entraría en una carrera rápida hacia las reformas: "La aprobación de las elecciones de gobernadores y alcaldes para diciembre de ese año; los cambios en el sistema electoral para incorporar la uninominalidad y el avance en la simplificación de la administración pública y en los cambios del sistema penal penitenciario. Mas se dio un salto inmenso en la descentralización del aparato cultural del Estado, transformación de la economía (muchas de las ideas desarrolladas son de la Copre), además de quedar consagrado el reglamento para la participación vecinal y la limitación, en esa área, impuesta a los partidos".
No obstante, no todas esas reformas se plasmaron en la realidad y, al reconocerlo, Carlos Blanco advierte que los partidos iban lentamente en el proceso: "Como marchaban arrastrando los pies, se le dio un impulso al Pacto para La Reforma, suscrito el el Salón Elíptico del Palacio Federal en diciembre de 1991, firmado por todos los partidos y el Gobierno, los cuales se comprometieron a acelerar y culminar las reformas en un año o, en último término, al finalizar el período de CAP. Pero si la presión de la opinión pública por los cambios continuó, los partidos incumplieron radicalmente el pacto y esa disonancia contribuyó a su desprestigio. De manera que fueron sorprendidos más o menos inermes por los golpes de Estado de 1992, que revitalizaron el conservatismo".
Las asonadas golpistas modificaron el cuadro político y entonces "el Gobierno retrocedió en las reformas, los partidos se hicieron "cargo" de la situación, la reacción conservadora tomó en sus manos la conducción política de la opinión pública y en ese marco se destituyó -o, más bien, se derrocó- al Presidente. Más allá de las intenciones de Chávez la reacción conservadora tomó la batuta".
Para Blanco, la transición de Velásquez no pudo continuar los cambios, a pesar de los esfuerzos por fortalecer la descentralización a través de diversos decretos, porque ya el "momento reformador" había pasado: "Esa etapa culmina con la elección de Caldera, adversario de la descentralización, quien convirtió a la Copre en una consultoría jurídica presidencial, sin autonomía y ocupada de una reforma constitucional que nunca prosperó", puntualizó Blanco.
EL UNIVERSAL
Tal día como hoy, hace 49 años, la caída de la dictadura de Pérez Jiménez representó la efeméride más importante de mis entonces 17 años. Anhelaba que a partir de ese día no hubiese más exiliados, como los Dubuc, Rómulo, Jóvito, Caldera, Luís Herrera, Alberto Ravell, mi padre Edito Ramírez y cientos más. Que no ocurrirían asesinatos políticos como los de Droz Blanco, Pinto Salinas y Ruiz Pineda, entre otros. Que en las cárceles no hubiese presos luchadores por la democracia como mi tío Rafael Serfaty, Ramón Velásquez, Pompeyo y muchos más. Que se lograría una administración eficiente en libertad y que las reformas nos proporcionarían buenos ciudadanos y mejores condiciones de vida. Que la población rural desplazada a las ciudades sería absorbida por las industrias y que el medio rural recibiría la atención adecuada para desarrollar una agricultura competitiva. Que continuaría la excelente inmigración española, italiana y portuguesa. Que el llamado "espíritu del 23 de enero", o sea la unidad de todos los factores políticos, permitiría en breve tiempo que Venezuela dejara de ser un país tercermundista.
Gradualmente se esfumaron mis anhelos. Al poco tiempo se produjeron alzamientos militares muy poco estudiados en sus causas y a los que se califica muy superficialmente como de "derecha". Al mismo tiempo la extrema izquierda optó por querer imitar a la triunfante guerrilla fidelista, sin percatarse de que aquí las condiciones eran muy diferentes. Los actores políticos desperdiciaron varias oportunidades, pero ingenuamente renacían mis anhelos en épocas electorales. La violencia, en unos períodos más que en otros, trajo más violencia. Se repitieron los asesinatos, torturas, encarcelamientos y exilios. La educación pública, otrora mejor que la privada comenzó a deteriorarse. La mejor infraestructura hospitalaria de hispanoamérica inició su derrumbe. En las grandes ciudades se formaron cinturones de miseria y el campo se fue abandonando. La enseñanza se vino a menos y no fuimos capaces de inculcar principios y valores, ni de llevar a cabo planes de desarrollo sustentables. Sin individualizar, más de una generación fracasó en la labor de construir un mejor país, aunque tuvimos muchas oportunidades para hacerlo. Ahora, cuando el teniente coronel personificó para algunos una esperanza, se repiten atropellos del pasado y desperdicia su gran influencia sobre la gente y los enormes recursos a su alcance, conduciéndonos aceleradamente al retroceso que significa la cubanización. ¿Será posible revivir el espíritu del 23 de enero de 1958, corregir sus fallas y sentar las bases de una verdadera democracia que erradique la pobreza respetando el Estado de derecho? No es fácil, pero mantenemos ese anhelo con la constancia de Arístides Bastidas, de quien tomamos prestado el título de este artículo.
Eddie A. Ramirez S.eddiearamirez@hotmail.com
EL UNIVERSAL
3 comentarios:
le recomendamos ir en busca de una ayuda psicologías para disociados porque esa falta de respeto contra un mandatario solo cabe en una mente enferma y fascista
Cuidado te encuentras con un TUPA DEL 23 DE ENERO, enfermo en mi parroquia te enseñariamos respetar
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