Nuestra Constitución y las leyes de la República son muy claras en cuanto al papel que juegan las Fuerzas Armadas en democracia; no hay manera de que, por medio de manipulaciones e interpretaciones malintencionadas, pueda esa institución desviarse de su mandato, al menos que exista la intención ilegítima e ilícita de romper con el Estado de Derecho. La situación se expresa en interrogantes como: ¿Qué sucedería si el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y el Alto Mando Militar se parcializan con una tendencia política? ¿Qué pasaría si las mismas FAN ya no pueden garantizar la independencia y la soberanía del país, interviniendo en la escogencia de un gobierno? Si nuestro Ejército se convierte en una fuerza decisoria y rompe con su mandato de ser una institución profesional, sin militancia política, tomando posición para afectar un resultado electoral, catalizaría una situación que las ciencias políticas definen como golpe de Estado.
Es la pesadilla de toda democracia: el día que las armas de la República se vuelven en contra de su propio pueblo. Nuestra Constitución sólo ofrece una puerta de salida: el artículo 350, el desconocimiento del régimen, pero de allí en adelante cualquier cosa puede pasar, es territorio desconocido, probablemente se desencadenaría una guerra civil.
La historia de Venezuela no ha sido ajena a esta situación, de hecho, nuestra historia republicana ha sido un constante ejercicio de fortalecimiento institucional, moral y jurídico para alejar y evitar precisamente esa enfermedad del poder y para ello ha buscado que las Fuerzas Armadas estén siempre lo más lejos posible del fragor político, sometidas a la Constitución y a las leyes, de modo de que sean el fiel de la balanza en situaciones de extrema confrontación de ideas y formas de gobierno. Los padres de la patria, sus legisladores y políticos han tenido el cuidado de establecer la libertad plena para que sea el mismo pueblo, ejerciendo su soberanía y por medio de elecciones libres, el que decida los destinos de la nación, colocando a las Fuerzas Armadas como garantes de las condiciones mínimas de seguridad y respeto, en el marco de la Ley, para que esto suceda, y ellos, acatar la decisión de la autodeterminación nacional.
La doctrina bolivariana está preñada de advertencias sobre el asunto, el Libertador estaba claro y exigía que las Fuerzas Armadas estuvieran bajo la sujeción de los gobiernos civiles, cualquier desviación a este principio era duramente criticado y expresamente prohibido, los hombres en armas no podían ser deliberantes.
Pero el ideal del Libertador fue varias veces violado y nuestra historia está salpicada de gobiernos militares, que bajo una excusa u otra, siempre resultaban justificados sus alzamientos bajo la premisa de la necesidad de preservar los altos intereses nacionales. Hasta fechas muy recientes privó, en golpes e intentonas militares, la pretensión de devolverle al pueblo su "soberanía" perdida y arrebatada por oligarcas y hasta por potencias extranjeras.
Es por ello que resulta insoportable observar al componente militar en funciones de gobierno, a militares en servicio ocupando funciones públicas, ajenas a las de su mandato de garantizar la defensa de la nación, a oficiales declarando sobre asuntos políticos y tomando posición partidista, amenazando con sus armas a un electorado y utilizando instalaciones, bienes y tropa en funciones de campaña a favor de un candidato.
Desde el punto de vista ético es inaceptable que los asuntos políticos de una nación sean resueltos en los cuarteles o bajo la amenaza de las armas.
Nuestro Presidente no ha podido dejar la costumbre de vestirse de militar y arengar a las tropas con aquello de que son un ejército revolucionario y al servicio de un proceso, tratando de sustituir a la nación como centro del interés de las Fuerzas Armadas, haciéndoles creer que son apéndices de un partido político cuyos fines son tan confusos y oscuros como los ideales de su líder máximo.
Es absolutamente inaceptable que el Presidente haya utilizado el marco de salutación a las tropas en Navidad, este pasado diciembre, para desde allí amenazar a un canal privado de televisión, a unos empresarios y trabajadores venezolanos; para aseverar que en este país se piensa como el jefe de la revolución quiere, y advertir, que el que no esté de acuerdo quedará excluido de la posibilidad de ganarse la vida con su trabajo. El que esto haya ocurrido con el beneplácito del Alto Mando Militar, sin resistencia institucional, sólo indica que nuestras Fuerzas Armadas dejaron de ser, desde hace ya algún tiempo, garantes de la independencia y soberanía de la nación.
Creo que el principio de autoridad está totalmente viciado en el seno de las FFAA, es un error permitirle al comandante en jefe comportamientos y expresiones fuera de la Constitución y de la ley, el principio de autoridad se basa en el respeto, si la autoridad máxima de nuestras fuerzas armadas no reconoce ni hace honor a la tradición, institucionalidad y honor de los hombres en armas, tratándolos como mandaderos o como una banda de matones a su servicio, es deber del Alto Mando llamar la atención del comandante en jefe y recordarle a quién se debe.
Si nuestros oficiales y soldados quieren jugar a la política, nadie se lo puede impedir, pero lo mínimo que deben hacer es renunciar a sus uniformes, juramentos, privilegios y entregar sus armas, de otra manera le están haciendo un daño gravísimo a la institución armada.
La historia no da testimonio de un ejército de políticos disfrazados de soldados que hayan sabido ganar una guerra o defender una nación.
Saul Godoy GómezDiario El Universal
1 comentario:
If ѕome one wishes to be uρdated with latest
tеchnolοgies аfter that he must be pay а quіcκ visit this web site and be up
to date еѵегуday.
Here iѕ my web-site - fast payday loans online
My web page Online Payday Loan
Publicar un comentario