En 1950 la dictadura estatificó la Cantv, posiblemente el evento más relevante de la historia moderna, pues lanzó el socialismo en Venezuela. Esta pendiente llevó al establecimiento de Cordiplan, una oficina de planificación central, y de numerosas empresas del Estado. El paroxismo socialista se alcanzó en la década de los 70 con la estatificación del Banco Central, el hierro y el petróleo.
Tal vez el hecho más representativo que impulsa las prácticas mercantilistas (barreras al comercio internacional para beneficiar a unos pocos a expensas del encarecimiento de la vida del ciudadano común), ocurre en la década de los 40 cuando un empresario venezolano, muy admirado en el país y con fuerte influencia gubernamental, logra el monopolio del cemento y la cabilla. Este proceso alcanza su apogeo en la década de los 60 con la política de sustitución de importaciones. Hoy en día tiene gran vigencia con las prohibiciones expresas de importar algunos artículos como carros usados, altos aranceles, licencias de importación, leyes antidumping y de salvaguarda, y el proteccionismo cambiario representado por la devaluación.
La tendencia a estas prácticas económicas está tan acentuada que, a pesar del fracaso de la combinación fatídica de socialismo y mercantilismo, recientemente uno de los líderes de la oposición escribió el libro Dos Izquierdas. Uno de los jóvenes políticos que se lanzó a la presidencia se proclama de centro izquierda. Un colega, aprecia- do en lo personal, del IESA titula un artículo ¿Quién le teme al socialismo?
Se podría pensar que estas orientaciones económicas son alimentadas por la educación pública. Este pensamiento no es totalmente correcto. Yo me gradué en el Colegio San Ignacio convencido de las bondades de la propiedad comunitaria. Mi promoción, en parte como consecuencia de mi labor proselitista, fue la primera en no graduarse con traje de etiqueta porque no éramos "cristianos burgueses". Es decir, como diría Nicomedes Zuloaga, yo era "un comunista que iba a misa". En 1973 me gradué en la UCAB de economista, con una fuerte orientación keynesiana; o sea, con una visión de planificación central. Cuando al año siguiente le dan el Premio Nobel de Economía a Hayek, no salgo de mi asombro pues nunca lo estudié. Aun más grave: algunos alumnos míos en el IESA son economistas graduados en mi Alma Mater, y la gran mayoría no sabe quién es Hayek, el economista que, junto con Friedman, más influye desde la década de los setenta hasta el presente.
Ni los medios de comunicación, ni muchos colegios privados y universidades, siembran los valores de la competencia, la libertad y la responsabilidad personal en las consecuencias de nuestras decisiones. Tampoco se ocupan de promover la riqueza sin manipular al Estado para destruir la competencia. No hablan del carácter sagrado de la propiedad privada bien habida. No dicen que la devaluación es un robo; que la sociedad es anterior al Gobierno; que el Estado debe ser limitado; que sin propiedad no hay libertad y, por tanto, que el poder económico debe residir en los ciudadanos para que sirva de contrapeso al Estado y pueda haber democracia estable. La ausencia de estos valores permite la implantación del socialismo y el mercantilismo, modelo que ha fracasado, mientras han crecido los pobres (evidencia documentada por los investigadores de la UCAB) quienes han servido para justificar el populismo actual.
Lo más lamentable es que los líderes de la oposición son incapaces de proponer la repartición de toda la renta petrolera por partes iguales entre todos los venezolanos de nacimiento mayores de 18 años, para que el Gobierno viva de los ciudadanos; tampoco sugieren la devolución de las acciones de las empresas del Estado a los ciudadanos, la libre circulación del dólar y el euro, el abaratamiento de la vida mediante la reducción y eventual eliminación de las barreras al comercio internacional, y la simplificación tributaria y laboral, entre otras medidas. No sé si estas propuestas son de derecha. Lo que sí sé es que estas medidas benefician a la mayoría de las personas, son populares y contribuyen a sembrar una economía de mercado, la única capaz de erradicar la pobreza crítica. Ningún país se ha hecho rico con el socialismo. Los intereses perversos entre algunos grupos empresariales y líderes de la oposición impiden la estructuración de una oposición efectiva, mientras la amenaza del comunismo aumenta. Nos hemos hecho acreedores de nuestra tragedia.
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