24 abril 2007

Dos formas de morir

El afán de lucro, el egoismo y la desparición de cualquier atisbo de humanidad o de principios suele acompañar, como ingredientes básicos, los ataques de Chávez y los suyos contra el capitalismo en general y contra los medios privados en particular.

Vistas así las cosas, se considera que el único impulso capaz de mover una estructura comunicacional es el propósito de ponerla al servicio de intereses mercantilistas y de las oligarquías que los manejan. Para ello, se aduce, la información se asume como elemento maleable que, lejo de satisfacer el derecho de los ciudadanos a formarse una idea cabal de la realidad, se utiliza para perpetuar el dominio de las élites y subvertir el nuevo orden establecido.

Este último, de acuerdo con esa tesistan difundida, se pretende derrocar porque dispuesto, como está, a quebrar la dominación y los privilegios de una casta, crea una nuevo estado de consciencia en las masas, hasta ahora sumidas en la ignorancia y la manipulación mediática. Pero esa, precisamente, resulta la verdadera manipulación en el desarrollo de una estrategia que, por hábil y amoral se lleva por delante todos los principios que sus impulsores dicen profesar con acerada mística revolucionaria.

Radio Caracas Televisión, quién lo duda, es una empresa que, como todas, tiene entre sus finalidades la ganancia económica. Pero no menos legítimo es su derecho a tomar una posición y a defender unos derechos, si, en casos como el venezolano, lo que está en juego es el sistema democrático.

Así lo comprendieron sus directivos, quienes, antes que someterse a la intimidación, el chantaje o al acuerdo para sobrevivir como empresa y seguir obteniendo beneficios, han dado un ejemplo de coraje y desprendimiento, dispuestos a perder su concesión y, por tanto, su poder económico y mediático, en defensa de unos valores de los cuales unos cuantos se despojaron a las primeras de cambio sin el menor rastro de rubor.

Por supuesto que no hay almuerzo gratis, como en su momento sentenciara el aborrecido Milton Friedman y a cambio de la sobrevivencia y por los favores recibidos, terminas entregándole el alma al diablo quien, cosa propia de los entes inescrupulosos, muy rápidamente parece olvidar las ofensas para enterrar los agravios y liberarte las amarras. Así, te aseguras tu parcelita, sólo para ti, reconvertido, como has sido, en aliado incondicional y en fiel amplificador de sus designios y ambiciones.

Y hasta ahí porque después viene lo bueno y la venta que pensabas haber hecho con tan pingues utilidades, cuando menos lo esperabas, se te convierte en el peor negocio de tu vida. Entonces, en vez de morir peleando de pie, lo harás de rodillas y repudiado por todos.


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